Se aproximan las elecciones, comienza el festival de promesas, críticas a los oponentes, paseos para saludar a los ciudadanos, inauguraciones a “bombo y platillo”, repartición de programas electorales en plazas y mercados, apariciones continuas en los medios de comunicación, declaraciones grandilocuentes; y sonrisas, apretones de manos, besos a ancianas y niños, y mucho, mucho «teatro».
La locura electoral, la simulación del acercamiento al pueblo que asiste a la función como mero espectador.
Algunos de esos que ahora tanto se prodigan, que parecen tan cercanos, que te ofrecen el paraíso si los votas, luego se olvidan. Como si la democracia se limitara al “circo electoral”, porque una vez elegidos se refugian en su “bunker político burocrático”, y te consideran sospechoso si intentas reclamar, protestar o, incluso, aportar soluciones. Ahora comienza la función, que acaba pronto, ¿con la impotencia de mi voto?
¿Votaré? – Votaré – ¡Votaré!
Apoyar libremente, a través del voto, a una determinada opción política es una de las condiciones necesarias para que exista una democracia. Votar es un derecho fundamental mediante el cual las personas que lo ejercen eligen a los representantes políticos que consideran más apropiados para defender sus intereses, creencias, valores y forma de entender las relaciones humanas.
Las elecciones periódicas de representantes políticos son indispensables para el buen funcionamiento de un sistema democrático de convivencia. Pero, aunque condición necesaria, no es suficiente. La democracia es más exigente. La participación ciudadana debe ser continua y rigurosa. Las ciudadanas y ciudadanos tienen el derecho y el deber de participar activamente en la política mediante la supervisión, el control, la crítica y la aportación de proyectos e ideas.
Ante las elecciones europeas del 25 de mayo serán muchas las personas que se enfrenten a la duda de acudir a votar y, caso de hacerlo, a quién dar su confianza. En estos tiempos de crisis ha aumentado la desconfianza en instituciones y representantes políticos, lo que se traduce en el desencanto y el consiguiente escaso interés por participar en procesos electorales.
¿VOTARÉ? Interrogante, seguramente, de millones de españoles y europeos ante las próximas elecciones o,
VOTARÉ, como un deber autoimpuesto, como una obligación democrática, pero con escaso entusiasmo o,
¡VOTARÉ! Con ilusión, con esperanza, convencido de la importancia de estas elecciones para el presente y futuro de Europa.
¡VOTARÉ!
– A los que sean capaces de ilusionarme con un proyecto político en el que el bienestar y la dignidad de las personas sean prioritarios sobre cualquier otro interés.
– A los que sean capaces de proporcionar un empleo digno que permita a las personas desarrollarse en todos los aspectos de la vida.
– A los que sean honestos, y se rodeen de personas honestas. A los que sean solidarios y respetuosos con los demás. A los que la ética regule todos los actos de su vida.
– A los que piensen en el futuro de la humanidad y propongan políticas respetuosas con el medioambiente.
– A los que programen una economía y un proyecto de convivencia al servicio de las personas, de todas las personas, vengan de donde vengan.
– A los que aboguen por la seguridad humana por encima de cualquier otra. Una seguridad al servicio de de las personas, de sus derechos fundamentales y de su dignidad.
– A los que nos traten como seres inteligentes y nos expongan sus programas con argumentación, documentación y asertividad.
– A los que se comprometan a dejar su puesto si no consiguen resolver los problemas que prometieron solucionar.
– A los dialogantes, los respetuosos, los que siempre estén dispuestos a negociar y llegar a acuerdos sin imposiciones.
– A los que considere con una formación humana y profesional adecuada para representarme.
¿Votaré?
o votaré
o ¡votaré!
8 de mayo de 2014
Yo votaría si encontrara a alguien a quien creer,que me comunicara su ilusión,su honestidad…..pero…….
Recién salido del horno
Pero…esa es la cuestión que hay mucho pero…Gracias Isabel
Complicado lo pones, Javier.
Pero en resumidas cuentas creo que tienes razón.
Saludos
Lo es, por eso lo pregunto. Muchas gracias Ramón
Tienes muchísima razón, Javier, pero estoy de acuerdo con el primer interviniente. No hay ningún partido, ninguno, que sea honesto y, sobre todo, que no sea fiel a una ideología hasta sus últimas consecuencias. Creo que el fallo de los nuevos partidos es ese: su aguerrido posicionamiento ideológico (VOX, EQUO, PODEMOS…) y así, recibirán el voto de quienes estén tan ciegos como ellos. Los planteamientos ideológicos puros ya no tienen sentido en una sociedad como la nuestra, hay que encontrar una conciliación entre medidas de uno y otro color para gestionar una sociedad más plural y más multicultural que nunca. Hay un gran déficit entre el mundo político y la realidad de la calle, me recuerda al «gap» entre el mundo académico y el laboral en los países árabes, que ha llevado a la juventud a una situación de impasse de la que le está siendo muy difícil salir.
Darío, gracias por tu comentario. Yo también creo en el diálogo y el acuerdo entre culturas, entre religiones, en un mundo multicultural.
Hola Javier,
Me ha parecido un artículo muy interesante además de original. Sin duda el «¿votaré?- votaré y ¡votaré!» refleja la situación actual de los ciudadanos. En mi caso votaré como obligación. Un saludo.
Paula muchas gracias por tu comentario, somos muchos los confusos. No nos ayudan mucho ciertas actitudes. Un saludo
Es la primera vez desde que estamos en democracia que tengo dudas sobre votar o no. Seguramemente Votaré porque para los de nuestra generación poder votar fue un gran logro. En cuanto a ¡Votaré! No se , no se…Lo haría así si los puntos que propones fueran una realidad, pero creo que dadas las circunstancias del mundo que nos rodea me parece una utopía. Gracias por ayudarnos a tener las ideas bien claras. Un saludo, Toñi
Gracias Toñi por tu comentario. Hay que caminar hacia la utopía para no alejarnos demasiado de ella. Hay que soñar para poder vivir más felices. Un afectuoso saludo.
He leído atentamente el artículo , y la duda que me genera toda la cuestión es el modelo institucional democrática que creo que está en verdadera crisis, para mí es dónde debemos ahondar y reflexionar seriamente, debemos plantearnos si dejamos de ser ciudadanos consumidores para ser otro tipo de ciudadanos que optamos por recuperar la democracia como nuestro verdadero sentido y modelo de existencia, la democracia es sobre todo una forma de existir y vivir, y es ahí dónde reside todo el problema…
Muchas gracias Fernando, estoy de acuerdo con tu planteamiento de dejar de ser ciudadanos consumidores para ser activos participantes. Sólo así conseguiremos no perder la democracia.