Hoy, recordamos, que no celebramos, otro triste aniversario. El 6 de agosto de 1945, el presidente de los Estados Unidos ordenó el lanzamiento de una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima; tres días después bombardearon con otro artefacto nuclear la también ciudad nipona de Nagasaki.

Unas acciones que constituyen uno de los actos más deleznables, horrendos y condenables de la historia de la humanidad. Unos bombardeos considerados como operaciones militares y, por tanto, justificadas como acciones propias de una guerra por parte de los vencedores.

Miles de víctimas inocentes por un arma que no buscaba destruir un objetivo militar sino producir pánico en la población civil con el fin de obligar a su gobierno a una rendición incondicional ¿no lo podríamos considerar un acto de terrorismo de Estado?

El arma nuclear, una locura que pronto se extendió al otro bando vencedor de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética, y posteriormente a China y otras potencias militares.

Ahora la locura continúa, en una carrera de armamentos sin precedentes*. Siempre encuentran una excusa para armarse aquellos poderes que solo buscan servirse de la guerra para sus intereses bastardos (no concibo un interés noble para iniciar una guerra).

Conviene recordar que cualquier guerra afecta directamente a toda la humanidad, como ya sucede con la de Ucrania, más aún si se tratara de una guerra donde se empleara el arma nuclear.

Una carrera armamentística al servicio de unos pocos, pero que, a través de su inmenso poder comunicativo, político, y hasta legal, manipulan a la ciudadanía mediante invocaciones patrióticas, religiosas o de otro tipo usando argumentos tales como la defensa de derechos humanos y la democracia (por supuesto allá donde interesa).

El problema es que, por ignorancia o interés personal, o simplemente por sectarismo político nos dejamos convencer.

El futuro siempre es incierto; no obstante, hay que preverlo en la medida de lo posible para no cometer los errores del pasado. Por desgracia, ya se están cometiendo con provocaciones absurdas, y fomentando un espíritu militarista en todos los frentes, más propio del nacimiento en el pasado siglo XX de unos totalitarismos, que condujeron a la catástrofe de la guerra mundial.

Pobre de nosotros, de nuestros hijos, de las jóvenes generaciones si no nos educamos y les educamos para la paz, para cooperar en vez de para guerrear; si no nos convencemos que dejarnos llevar por patriotismos y religiones, excluyentes y guerreros, vamos hacia una hecatombe mundial.

¿Qué es la patria sin las personas? y ¿qué dios (para el creyente) que no sea el de la bondad y el amor?

Reflexión final muy personal.- Los años pasan inexorablemente, sin tregua, es ley de vida. La madurez te permite tener tiempo para la reflexión, tener perspectiva, sin la cual es muy difícil la prospectiva. La experiencia, la historia y la memoria te facilitan la capacidad de análisis.

La vida personal y profesional, las visicitudes te pueden hacer mejorar personalmente en el sentido más solidario y respetuoso, y hasta más cortés y educado.

Pero lo más importante que te puede dejar la vida es el firme compromiso de mantener y defender hasta el final los valores en los que crees.

Si quieres la paz edúcate, educa y trabaja para la paz

Javier Jiménez Olmos

6 de agosto de 2022

*El video incluido contiene datos de 2019. Los más actuales, que bien poco han cambiado con respecto a los del 2019, los pueden encontrar en:

DÍA INTERNACIONAL PARA LA ELIMINACIÓN TOTAL DE LAS ARMAS NUCLEARES

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