El proceso de descolonización e independencia de gran número de países africanos, que tuvo lugar durante el periodo de la guerra fría entre los años 1960 y 1975, condujo a parte de estos nuevos estados hacia un alineamiento con el bloque socialista. En este hecho tuvo gran importancia el resentimiento hacia los colonizadores occidentales que durante décadas habían oprimido a los pueblos africanos. Paradójicamente, el socialismo, fue liderado por élites nativas que, sin embargo, habían sido educadas en la metrópolis respectivas.

Las economías planificadas de estos nuevos Estados no dieron resultados positivos en la mayoría de los casos, debido a una inadecuada planificación, una deficiente gestión y una corrupción que con el tiempo se ha transformado en endémica. Argelia puede ser el ejemplo más claro del intento de crear una economía socialista y también el de su fracaso. Poco después de su independencia, el gobierno nacionalizó la producción de petróleo y gas, pero los beneficios del negocio no se repartieron entre la población.

En otros casos, como el de Malí el régimen socialista de Modibo Keita fue sustituido en 1968 mediante golpe militar liderado por Moussa Traoré, mucho más proclive a llevar a cabo las tesis de las economías occidentales dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las antiguas potencias coloniales no estaban dispuestas a perder los grandes beneficios que le reportaba el comercio de las materias primas de sus antiguas colonias; y para ello, si era necesario, se propiciaban golpes de Estado para poner al frente de esos países recién independizados a los dictadores que más convenían a sus intereses.

Ambos ejemplos son significativos. En el primero el sistema socialista se destruye a sí mismo, en el segundo sus adversarios capitalistas acaban con él; nada distinto de lo que ha sucedido en otras partes del mundo. El resultado ha sido que todos esos grandes proyectos de desarrollo para los africanos, propuestos de uno y otro lado del telón de acero han acabado en la ruina. No obstante, no fue tanto la confrontación ideológica lo que causó el desastre, sino la avaricia que ha conducido a una corrupción tan endémica como la malaria.

Durante el siglo XX, después de los procesos de independencia, aumento la pobreza y el analfabetismo. Al comenzar el siglo XXI, la esperanza media de vida en el continente africano era de 52 años, mientras la media mundial lo era de 67; las personas desnutridas pasaban de los 200 millones, cuando a finales del pasado siglo XX no llegaban a los 170 millones; la mortalidad infantil era del 87 por mil, superior a la de 47 por mil de la media mundial.

África ha sido históricamente explotada por los imperios coloniales que se llevaban sus materias primas y también a sus hombres para venderlos o usarlos como esclavos. Las grandes potencias se la disputaron por sus recursos naturales y por el valor geoestratégico de algunas de sus regiones, cuya propiedad significaba el dominio de las rutas comerciales.

Después de la segunda Guerra Mundial, fueron los franceses y los británicos los que se repartieron el botín de guerra que corresponde a los vencedores. Pero sus decadentes imperios fueron dando paso a otro modelo de colonialismo: el de las empresas transnacionales. Este neo colonialismo se ha presentado como pretexto civilizatorio, con la excusa de que los nativos son incapaces de gobernarse por sí mismos. De este modo, los recursos naturales africanos vuelan hacia el mundo globalizado que tanto lo necesita para su desarrollo y crecimiento continuo; entre tanto, los africanos en su gran mayoría sufren el subdesarrollo y la pobreza

Poco ha contribuido el modelo económico occidental al desarrollo de África. La crisis del petróleo acaecida durante el año 1973, como consecuencia de la guerra árabe-israeli, hizo bajar el precio de las exportaciones de los países africanos, de tal modo que a finales de los ochenta, veinte años después de los procesos de independencia, estos países eran más pobres. Además, el final de la guerra fría trajo como consecuencia la reducción de ayudas por parte de uno y otro bloque.

Con la disminución de los ingresos y las ayudas, el incremento de la pobreza provocaron el descontento social, las revueltas, los golpes de Estado, las guerras civiles; lo que significó incrementar el desastre humanitario. Algunos gobierno solicitaron ayuda al FMI lo que supuso un endeudamiento adicional, además de condiciones de ajuste económico que garantizaran el cobro de los prestamos. Las consecuencias de esos ajustes lo sufrieron las clases más débiles y el circulo de la pobreza no dejo de ampliarse.

Las tesis, tanto de del FMI como del Banco Mundial (BM), justificaban los ajustes en razón al ideario de la economía liberal, a saber: los salarios eran demasiado elevados, y el Estado tenía un excesivo protagonismo subvencionando gastos sociales y empresas públicas. Por tanto, las recetas básicas debían de ser: bajar los salarios, reducir los gastos sociales y privatizar las empresas públicas.

La agenda económica del renovado modelo colonialista es insostenible si no está apoyada por la agenda militar. Es indispensable garantizar la seguridad de las empresas explotadoras y de su personal. Las antiguos imperios han dejado su bases militares como vigilantes y escudo de sus propiedades; pero también los nuevos que, como los Estados Unidos, adquieren protagonismo militar en el continente africano. Las inversiones necesitan orden, estabilidad y las potencias recurren a la agenda de la seguridad militar para garantizar sus intereses. La economía y la seguridad militar van de la mano, aunque las potencias emergentes, China de un  modo especial, colonizan de una manera más suave.

Las medidas del FMI, del BM no han terminado de funcionar correctamente. La deuda se ha incrementado y se han reducido los gastos en educación y sanidad. Las privatizaciones han conducido a la acumulación de riqueza y capital por unos pocos, con el consiguiente aumento de las desigualdades.

Con todos estos ingredientes no es de extrañar que el continente africano sea lugar de continuos focos de violencia, terrorismo y guerra. Ni tan siquiera la ayuda humanitaria, que tantas veces se presta de forma desinteresada, se ha visto fuera de esta espiral de miseria. En algunos casos la ayuda se la reparten entre funcionarios y dirigentes corruptos, en otros se revende para adquirir armamento y drogas.

Ver artículo completo en:

http://catedrapsyd.unizar.es/archivos/documentacion/africa_subsah_revista_aeronautica.pdf

Javier Jiménez Olmos

3 de septiembre de 2013

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies