
Confieso que la insistente llamada de líderes occidentales a incrementar los presupuestos de defensa, es decir gastar más dinero en armarse, me produce algunas dudas. En la creencia de que una disuasión adecuada puede contribuir a la seguridad y a la paz, no dejo de pensar si esa argumentación para promocionar la carrera de armamentos es lo suficientemente contundente como para aceptarla sin debate. Ahora el principal argumento para justificar la subida de los gastos militares es la amenaza de Putin.
Simplificar las amenazas y personalizarla en el enemigo único es muy antigua. Manipular a la opinión pública cuando se cuenta con un enemigo personalizado es un método propio de sociedades poco educadas democráticamente. Y realmente me produce desasosiego democrático escuchar y leer a líderes políticos y mediáticos defender sin duda alguna este proceso comunicativo para subir los gastos de defensa.
Mi razonamiento, desde la duda y desde mi convicción de que la paz es posible, va por otro camino. Desgraciadamente, la historia nos demuestra que las carreras de armamentos han terminado en guerras. Hay que cambiar el método. Si hasta ahora el acorralamiento, me refiero a las sucesivas ampliaciones de la OTAN y a las que estaban previstas, no han contribuido a apaciguar los ánimos, sino todo lo contrario, de las consideradas amenazas. ¿Por qué no probar otros caminos?
Cuando se proponen otras soluciones que las armamentísticas, puede parecer que se está justificando a los agresores o dejándoles actuar impunemente. Ir a las raíces de los conflictos es fundamental para abordar soluciones no violentas. Y, a mi juicio, se han cometido errores fomentado políticas basadas exclusivamente en una supuesta seguridad que se ha traducido en priorizar la seguridad militar y no la seguridad humana. Y por eso, expreso una duda fundamental ¿ha proporcionado las sucesivas ampliaciones de la OTAN hasta las fronteras rusas más seguridad a los europeos?
Escuchando al actual líder de la principal democracia de Occidente, los Estados Unidos de Norteamérica, no puedo dejar de preocuparme porque ha seguido utilizando el lenguaje amenazante y militarista, para tratar la invasión rusa de Ucrania. Parece que no se quiere o no se sabe atajar el problema mediante posiciones menos agresivas. Y, por tanto, también me atrevo a decir que cuando los líderes norteamericanos han intervenido para resolver un conflicto no han hecho sino agravarlo (Corea, Vietnam, Afganistán, Irak o Libia).
Por tanto, deduzco que sería mejor que las iniciativas de paz se dejaran en otras manos distintas de las de los dirigentes estadounidenses (lo cual es difícil dado su inmenso poder militar y económico, lo que implica la gran influencia mediática para respaldar sus actuaciones). No discuto que tratar con personajes como Putin ofrece una gran dificultad, pero provocarlo no es la mejor estrategia. El presidente Biden, a mi juicio, se equivoca al optar por la vía de la provocación.
Observo también con mucha preocupación como una parte de las sociedades democráticas occidentales se inclinan por el intervencionismo militar de la OTAN en la guerra de Ucrania. Me preocupa porque ese respaldo popular pueda cerrar el círculo: los líderes apoyados por su pueblo para ir a la guerra. Una historia repetida a través de la Historia: manipulación mediática en beneficios de intereses determinados. En este caso ya no de un patriotismo nacional, sino propagando la idea que la democracia está en peligro.
Desde luego, Putin no es un demócrata, pero la democracia se defiende, sobre todo, con seguridad humana; sí, esa que es mucho más amplia que la militar. Seguridad humana, la que antepone el bienestar, la calidad de vida, la educación, la salud, los derechos humanos y la dignidad por encima de cualquier otra seguridad. Y esta seguridad humana que proporciona libertad y democracia no se consigue deduciendo de los gastos dedicados a esas materias en beneficio de fabricar y compra más armas.
Yo acierto a comprender el dilema de los gobernantes de algunos países no tan poderosos, como es España, a ceder en determinados postulados de lo que debiera ser consecuente con la ideología que dicen defender. Comprendo los compromisos españoles, como por ejemplo ser la sede de la Cumbre de la OTAN en junio próximo, o los retos provenientes de nuestra frontera sur. Es comprensible que el Gobierno de España quiera congraciarse con sus aliados.
Sin embargo, la cautela también es una buena norma a seguir y los alineamientos incondicionales pueden resultar contraproducentes, conviene recordar lo que sucedió con el apoyo de un gobierno a la invasión de Irak. A pesar del inmenso apoyo español al pueblo ucraniano, no sé si sería aceptable el incremento de los gastos de defensa si estos fueran en perjuicio de otras prioridades relacionadas con el bienestar social. Pudiera ser, además, que de ser así se produjera mayor descontento social que, desde luego, podría ser utilizado por las fuerzas más reaccionarias para cargar contra las políticas de los gobiernos democráticos.
Intentar construir la paz mediante el incremento de los gastos militares tiene sus riesgos. Hay que reflexionar al respecto. La emotividad que produce la defensa del agredido, como es el caso de la invasión de Ucrania, no debe ser la excusa para tomar decisiones que afectan al futuro de las sociedades democráticas.
Escribo estas líneas desde la convicción que el diálogo salva más vidas que las armas, en la creencia que el camino para la paz no es prepararse para la guerra, sino fomentar la cultura de paz.
«Si quieres la paz edúcate, educa y trabaja para la paz»
Javier Jiménez Olmos
18 de marzo de 2022
¡¡¡QUË BIEN!!!!!!!!!!
No tengo más remedio que decir. He sido antimilitarista radical
==>Mi padre por ser de las juventudes socialistas fue condenado a muerte ¡¡¡LE SALVÖ UN TENIENTE CORONEL Don José!!! a quien conoció mi madre en un tren que la llevaba a Alicante, en uno de cuyos castillos estaba mi padre preso.
Luego te he conocido, a tí Javier, por tus escritos, uno de ellos —
—» Las soluciones militares no son otra cosa que el fracaso de las relaciones internacionnales—-»
lo pusimos como conclusión de un cuaderno sobre el negocio de armas en África.
¡¡¡GRACIAS!!!
Tu blog…GRACIAS!!! HOY…¡¡¡GRACIAS!!!
Estupenda la reflexión Javier, yo como bien dices, albergo grandes dudas sobre el armarse más, creo que lo que contribuiría si cabe, podría ser el desarme de los países, claro que esto podría producir grandes desequilibrios económicos y posiblemente estructurales para los más industrializados en esa producción.
De todas formas, los especialistas son los que deberían -tras su buen análisis- decidir lo que es mejor, donde no primasen los beneficios crematísticos. Un fuerte abrazo.
Totalmente de acuerdo.
Nosotros, desde nuestro puesto detrás de una pantalla de ordenador o de TV, vemos imágenes (de un lado) y consumimos noticias somos «bombardeados» con ellas, pero sin saber ni sentir el horror de una guerra.
Pobre gente, y que doloroso futuro les espera.