union-europea-recibio-premio-nobel-paz-2012-mentira-sistema_1_1415337Durante siglos los pueblos de la “civilizada” Europa no han dejado de combatir entre sí. Terribles guerras, como las llamadas mundiales en el siglo pasado, han llenado las páginas de la historia del viejo continente de millones de víctimas. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los europeos parecían haber comprendido que la paz era la única opción para un mundo más justo. Desde entonces, paso a paso, gracias al empuje y liderazgo de unos “visionarios”, Europa emprendió el camino de la construcción de una convivencia de respeto y cooperación. El camino no ha sido fácil: desde la guerra fría, con la división en bloques antagónicos, hasta la guerra secesionista de Yugoslavia, Europa ha tenido que salvar obstáculos y prejuicios hasta llegar a un estadio de relaciones pacíficas. El reconocimiento a esta labor de construcción de un mundo mejor a través de la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos y el bienestar de los ciudadanos fue recompensado con la concesión del Premio Nobel de la Paz en el año 2012 a la Unión Europea.

Desde el comienzo de la creación de esta identidad europea, al finalizar la última guerra mundial, jamás el viejo continente había gozado de una época de tanto bienestar, libertad y seguridad. Cuando se comienza la andadura para esta creación supranacional, Europa estaba destrozada moral y económicamente por el desastre de la guerra. Estaba dividida entre vencedores y vencidos con las consecuencias emotivas que ello conlleva, con los rencores acumulados por años de sufrimiento, millones de muertos y heridos en ambos bandos, millones de hogares y familias destrozadas. Países enteros arrasados, ciudades en ruinas por la artillería y las bombas, gran parte de la industria destruida.

A todo este desastre hubo que añadir la inmediatamente posterior lucha que mantuvieron las dos potencias hegemónicas del momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, que separaron a los europeos en dos bandos enfrentados por ideologías opuestas que, en realidad, solo eran la máscara para ocultar los verdaderos intereses económicos y estratégicos sobre sus respectivas zonas de influencia.

Cuando comienza el proceso de construcción de una Europa en paz solo unos pocos países disfrutaban de regímenes democráticos. Alemania e Italia, como perdedores principales de la guerra, eran naciones tuteladas. Los países de la esfera soviética vivían sometidos a los dictados de Kremlin y las disidencias aplastadas sin piedad. Fueron los países democráticos Francia, el Reino Unido y los países del Benelux los que tomaron la iniciativa. No cabe duda que los Estados Unidos, sin entrar en prejuicios sobre sus intereses, también contribuyeron a esta iniciativa de promover la paz a través de las buenas relaciones económicas y culturales.

L1340187015_0a Unión Europea, estadio final de este proceso integrador, ha conseguido unos niveles de vida a la cabeza mundial. En 2013, su renta media per cápita era de 24.800 euros y aunque existe una gran desigualdad entre unos países y otros (por ejemplo, Países Bajos la tenía de 32.500 euros, mientras que Bulgaria tan solo de 10.000). Es la primera potencia mundial económica mundial, tiene la esperanza de vida más alta y también el mayor índice de desarrollo humano. Y aunque falta mucho por hacer, a pesar de la gran crisis económica que le afecta, su situación socioeconómica relativa es inmejorable con relación a otras zonas del mundo.

Europa, sin embargo, envejece, y es algo que a medio y largo plazo puede ser decisivo para un futuro de prosperidad y en paz. Hace poco más de 50 años, hacia 1950, uno de cada cuatro habitantes del planeta era europeo; hoy en día solo uno de cada diez y la tendencia es a disminuir. Es algo de lo que siempre se habla pero a lo que no se le concede la importancia prioritaria que debiera. La demografía, la política demográfica es un asunto de primordial importancia estratégica a la que se le relega por otros más inmediatos. Una Europa envejecida será vulnerable en la economía, en el desarrollo y en la seguridad y su verá su libertad reducida por su dependencia exterior.

Europa es también energéticamente dependiente. Su bienestar, su forma de vida, está condicionado por los recursos naturales, gas y petróleo, que no tiene otro remedio que importar porque carece de ellos. Rusia, que es también Europa, aunque no pertenece a la Unión Europea, es el principal suministrador, proporciona el 30 por ciento del petróleo y gas que consume la Unión. Noruega, también europeo pero no de la Unión Europea, es el siguiente suministrador, 13 y 20 por ciento de petróleo y gas respectivamente. Por eso debe ser también una prioridad la relación con estos dos países.

Pero es, sin duda la crisis económica lo que más está afectando al presente de esta “joven” Unión Europea. Se ha dicho que prosperidad, seguridad y libertad son los componentes esenciales de esta construcción europea. La crisis parece estar afectándolo todo. El desempleo, la creciente desigualdad, la escasez de recursos afecta a la prosperidad. Cuando el bienestar desaparece es más difícil la convivencia, la sociedad se polariza y aparecen los movimientos o líderes “salvadores”. La violencia tiene grandes posibilidades de renacer y, por tanto, la seguridad y la libertad se resienten.

No es ciencia-ficción, es actualidad, no hay nada más que revisar resultados electorales recientes de algunos Estados europeos para darse cuenta del crecimiento de los grupos totalitarios. La contestación social en casi todos los países que sufren la crisis es evidente y los incidentes con violencia aumentan de una manera peligrosa. No conviene olvidar que una vez se entra en la escalada de la violencia es complicado detenerla.

El premio Nobel de la Paz, es un reconocimiento a una trayectoria, pero es también un toque de atención para el futuro, un aviso a ciudadanos y dirigentes, a la sociedad oficial y la civil, a la opinión pública y a la publicada de que la paz hay que trabajarla a diario y que sin justicia social es imposible esa paz.

Paises-de-Union-EuropeaNo conviene olvidar el camino que se inició con la firma del tratado de Bruselas en 1948 en una situación más complicada y de crisis mayor que la que ahora tiene Europa. El Premio Nobel de la Paz es la recompensa al esfuerzo de convivencia pacífica de Europa que se materializa en 1951 con la Firma del Tratado de París, por el que se crea la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA). Una unión económica para compartir estas materias primas, carbón y acero, tan importantes para la industria civil y militar de entonces, y que eran causas de luchas fratricidas. Europa se construye desde la economía porque se piensa que es el desarrollo lo que más contribuye a la paz de los pueblos.

Pero también se construye una Europa democrática, una de las exigencias para pertenecer a ese selecto club es ser Estado democrático. Así algunos países quedaron fuera en un principio, lo que no dejó de ser un castigo más para sus ciudadanos que para los dictadores que los sometían, (España fue el caso paradigmático al respecto). Y también se edificaba una Europa segura. El concepto liberal de que los países democráticos con intereses económicos comunes no guerrean entre sí estaba dando resultado.

Aunque media Europa se construía prospera, libre y segura, la amenaza del comunismo se percibía cercana. La otra media estaba bajo el imperio soviético y la seguridad exterior, la defensa de su territorio. Por eso había que buscar el paraguas defensivo norteamericano y por eso se firmo el Tratado del Atlántico Norte en 1949 que dio lugar a la OTAN. La defensa de la Europa “democrática” estaba asegurada y se podía proseguir por el camino de la prosperidad y la libertad.

bandera otan ueNo obstante, los europeos querían tener su propia defensa para no depender totalmente de las capacidades norteamericanas y sus intereses. La Unión Europea Occidental (UEO) trató de paliar este defecto, aunque nunca lo consiguiera de una manera efectiva, bien por los desacuerdos entre los europeos, bien por la predominancia de la OTAN liderada por los norteamericanos que eran capaces de imponer sus prioridades a través de su inmenso poderío militar.

En 1957 se firma el Tratado de Roma, con el que nace la Comunidad Económica Europea. Sin duda, Europa quería ser una identidad sobre la base de una prospera economía común. La defensa estaba asegurada, la libertad en continuo progreso; interesaba, por tanto, el crecimiento económico con la idea de que son las relaciones económicas las que crean una identidad común. El tiempo se encargará de confirmar si esa concepción ideológica es acertada ahora que parece tambalearse cuando la crisis económica aflora.

En esa creencia de que la economía es el principal factor integrador se llega al Tratado de Maastricht, donde se acuerda la instauración de una moneda única, el euro, cuya puesta en funcionamiento ha significado tanto para la economía europea, y que también tantos sacrificios han supuesto para algunos de sus ciudadanos, por las políticas económicas que han implicado su implantación. Europa ha evolucionado definitivamente por el camino de la economía como prioridad.

Pero al mismo tiempo que esa Europa se preocupaba de los asuntos económicos en los Balcanes se comenzaba el proceso desintegrador contrario a las corrientes globalizadoras del momento. Los nacionalismos escondidos durante la etapa yugoslava del General Tito revivían con la peor de sus caras: el nacionalismo étnico-religioso. Miles de muertos, consecuencia de una guerra civil en el corazón de Europa, a las mismas puertas de la prosperidad, la libertad y la seguridad.

Los países europeos asistían incompetentes o impotentes para solucionar esta nueva guerra en los Balcanes. Mientras se disfrutaba de los Juegos Olímpico de Barcelona en esa región europea se mataban los que hasta hacía poco habían también disfrutado de una paz sin precedentes. Los Europeos de Maastricht se daban cuenta de que había que prestar más atención a la seguridad, de que no podían dejar siempre en manos de los Estados Unidos y, por ende, la OTAN estos asuntos de la convivencia pacífica, de la seguridad.

Europa se había convertido en un “gigante económico, un enano político y un gusano militar”. Incapaz de crear un frente político común para resolver la terrible guerra balcánica, con disidencias tan importantes como el pronto reconocimiento por parte de Alemania de las independencias unilaterales de Eslovenia y Croacia. Tan débil militarmente como para delegar en la OTAN una misión de pacificación que le correspondía exclusivamente a Europa.

images (2)El conflicto de los Balcanes despierta a los europeos sobre los asuntos de seguridad que les afectan. Los consejos europeos de Colonia y Helsinki de 1999 ponen en marcha la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) materializada en las misiones Petersberg (nombre de la ciudad sueca donde se acordaron). La Unión Europea decide intervenir en materia de seguridad en determinados tipos de misiones acuñadas bajo ese nombre de Petersberg: humanitarias, de rescate, de mantenimiento de la paz, de gestión de crisis y de restablecimiento de la paz.

En el año 2003, durante el Consejo Europeo de Bruselas se acuerda y refrenda una estrategia europea de seguridad para no depender de la OTAN y de la política se seguridad norteamericana. Conviene recordar que en aquel año la disensión transatlántica era evidente a causa de la invasión de Irak por parte de estado Unidos y Gran Bretaña. Los europeos quería distanciarse en materia de seguridad de los dictados de sus aliados norteamericanos, aunque también había grandes desacuerdos entre los países europeos (los gobiernos de Francia y Alemania no apoyaron a Estados Unidos en la invasión de Irak, mientras sí lo hicieron los Italia y España entre otros).

Desde ese año la Unión Europea ha realizado veinticuatro operaciones de las consideras de Petersberg, siete ellas exclusivamente de carácter militar, dieciséis civiles y una cívico militar. Sin embargo, no puede considerase que la Unión Europea practique una Política Exterior y de Defensa Común (PEDC) como debiera. Las divergencias entre sus miembros han sido patentes en crisis y conflictos como en, los Grandes Lagos, Irak y Kosovo o más recientemente en Libia, donde o bien por escasez de recursos para poder desplegar una fuerza capaz de atajar el conflicto, como en el primer caso, o porque los intereses políticos o económicos eran divergentes como en los otros.

La Unión Europea ha navegado en un mar de dudas con las consiguientes indecisiones que le han llevado a relegar a segundo término la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y su dependiente Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), y no parece que el cambio nominal de esta última a Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) adoptada con el nuevo Tratado de Lisboa en 2009 vaya a solucionar gran cosa, excepto significar que la sustitución en las siglas de la E por la C –europea por común- sea una buena declaración de intenciones de desarrollar un verdadero proyecto común de defensa.

imagesEn materia de seguridad el Tratado de Lisboa aporta la gran novedad de la inclusión entre la misiones Petersberg de la lucha contra el terrorismo, así como una cláusula de defensa colectiva de solidaridad y de asistencia mutua en caso de conflictos o catástrofes. Con este último tratado también se intenta salvar el obstáculo para ciertas operaciones que suponía la oposición o abstención, para lo que aprueba la “abstención constructiva”, lo que significa no oponerse aunque no se participe.

La Unión Europea, diferencia de la OTAN, carece de un líder indiscutible, algo que democráticamente es bienvenido pero que en la práctica se traduce en una continua “pelea” por ejercer el liderazgo. El triunvirato Alemania, Francia y Reino Unido no cesan en su discusión, y aunque el Reino Unido en cierto modo se distancia en la decisiones económicas (hay que recordar que no está dentro de la zona euro), las otras dos potencias mantiene un continuo pulso por el ejercicio del mando.

La Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) tiene graves deficiencias como se ha demostrado, en su incapacidad para mediar en el conflicto árabe-israelí, en la escasa presencia en la solución de la guerra civil en Siria, en su tibieza u olvido a la hora de apoyar intervenciones humanitarias en África Subsahariana, o a la hora de decidir sobre la candidatura de Turquía, como ejemplos más significativos. La crisis en Ucrania y la anexión rusa de Crimea, han puesto de manifiesto que la Unión Europea carece de fortaleza para negociar en plano de igualdad con Rusia, que está ganando la partida ante la tibieza europea.

Pero sin duda el mayor desafío, el mayor riesgo para esta Unión Europea del premio Nobel de la Paz está de puertas adentro. La crisis económica está deteriorando severamente el estado de bienestar que se había conseguido con unas políticas dirigidas a fortalecer la seguridad de las personas, esa seguridad humana que está por encima de los Estados, de las fronteras y de los mercados. Es la seguridad que proporciona a los individuos una justicia social mediante la cual pueden disfrutar de una vida digna en la que se respetan los derechos humanos, y donde la igualdad de oportunidades permite lograr unos niveles aceptables de igualdad social.

mapa_ultraderecha--644x362La crisis está despertando algunos fantasmas enterrados después de los muchos años transcurridos desde el final de la II Guerra Mundial. Aparecen “salvadores populistas”, se incrementan los representantes de partidos de corte totalitario, revive el fenómeno secesionista. Es la prueba de que una identidad no se construye solo en base de medidas económicas. El proceso identitario es más complicado, es un elaborado trabajo de educación sobre la diversidad, sobre los puntos de encuentro de la historia común, más que con los desencuentros.

Europa ha trabajado para el progreso, la libertad y la seguridad, y lo ha hecho por métodos pacíficos. El camino hacia delante por recorrer es todavía muy importante, pero hay que estar atentos para que no se invierta el sentido. Hay algunos síntomas preocupantes a los que se debe prestar atención, de modo que la Academia Sueca y la sociedad civil no se tengan que arrepentir de la concesión del premio Nobel de la Paz. La paz es un camino de largo recorrido, de paciencia, de respeto, de tolerancia, de diálogo. El camino inverso desgraciadamente es más fácil.

Javier Jiménez Olmos

29 de marzo de 2014

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