“Si cuantificamos la devastación producida por un atentado terrorista, incluso el de mayor número de víctimas como el del 11-S, no es comparable con el desastre de una guerra. Combatir el terrorismo con acciones militares clásicas tiene sus riesgos.

En primer lugar, las víctimas «colaterales». Se debe tener especial cuidado con la planificación y ejecución de acciones antiterroristas con fuerzas militares porque, a pesar de todos los cuidados, casi siempre se producen víctimas inocentes. El empleo de los ejércitos convencionales en la lucha contra terrorista debe tener bien definido el límite de la legalidad para no convertirse en terrorismo de Estado.

En segundo lugar, estas acciones, con víctimas inocentes, son utilizadas por los terroristas para fomentar el odio y reclutar más adeptos a su causa. Bajo la óptica social, la utilización de una fuerza desproporcionada crea mártires; no solo los presuntos terroristas sino las víctimas colaterales inocentes. Los afectados, sus afines y la opinión pública general se ponen de parte de las víctimas inocentes. El resultado es más odio y, como consecuencia, más violencia.

También se debe discutir la eficacia del empleo de las fuerzas armadas en la lucha directa contra el terrorismo. Desde el punto de vista económico, se emplean costosísimos y sofisticadísimos armamentos que resultan no ser tan eficaces. ¿Cómo se pueden detener los ataques suicidas indiscriminados? La alternativa de la cooperación al desarrollo, por una parte, y la información e inteligencia por otra, podrían lograr mejores resultados en la lucha contra el terrorismo.

¿Qué arma se puede utilizar contra el fanatismo ideológico o religioso? A las ideas se les combate con mejores ideas que deben ir acompañadas de los hechos. Para capturar terroristas o averiguar los centros ideológicos son necesarios, sobre todo, información e inteligencia. Si la amenaza terrorista no es de carácter militar, ¿por qué emplear los ejércitos convencionales para combatirlo? ¿Cómo se combate el ciberterrorismo, a un terrorista suicida o al secuestrador de un avión?

Experiencias en la historia reciente no demuestran que el terrorismo se debilite con invasiones militares, ataques preventivos o bombardeos selectivos. En todo caso el empleo de los ejércitos en la lucha antiterrorista puede conseguir efectos momentáneos de paralización del fenómeno, pero también sirve de excusa para que se extienda el fanatismo y pueda seguir actuando con mayor virulencia. Ha sido el caso del ejército británico ocupando Irlanda del Norte, los israelíes con sus ataques «selectivos» contra objetivos considerados terroristas, y el de los EE.UU. y sus aliados con las invasiones de Afganistán o Irak. Por tanto, la eficacia de la llamada guerra al terror puede calificarse de fracaso.”*

Como consecuencia de la actualidad relacionada con Afganistán, vuelve a emerger el fantasma del choque de civilizaciones, y la demonización interesada del islam. Por eso, he creído conveniente recordar la propuesta de la llamada Alianza de Civilizaciones, que pudo ser un punto de partida para desmantelar estereotipos relacionados con los musulmanes y, sobre todo, un intento de una mejor comprensión de las diferentes culturas como mejor modo de evitar conflictos.  

La iniciativa, no estuvo exenta de debate político partidista, incluso llego a ser calificada de “estupidez y broma” , aunque otros la valoraran como «iniciativa al servicio de de la diplomacia preventiva”. Dejando aparte las discusiones políticas, creo que la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones debe recibir un nuevo impulso con todas las mejoras convenientes aprendidas de las experiencias vividas.

*Copiado de mi libro Del choque a la alianza de civilizaciones (Icaria), capítulo V, De la guerra al terror

Javier Jiménez Olmos

11 de septiembre de 2021

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