“Los demócratas acatan la voluntad de la mayoría, pero solo los necios piensan siempre como la mayoría”, dice el filósofo aragonés José Bada
La frase de alto contenido, a mi juicio, no es aplicable solamente al mundo de la política. La voluntad de la mayoría no puede jamás subyugar el pensamiento individual que nos hace libres. Ya se encargan de fabricar una democracia según el interés del momento (“el pensamiento dominante es el del poder dominante”).
La democracia, que al final es una imposición de normas de una mayoría condicionada por el pensamiento dominante, es la excusa perfecta para elaborar un modo de vida que conviene al poder establecido. Nos dejan ir a votar cada cierto tiempo, y después ya no queda otro recurso que la protesta inútil ante las decisiones que tanto afectan a nuestro modo de vida.
Pero esos demócratas a los que hemos elegido democráticamente se atreven a descalificarnos, incluso insultarnos cuando la protesta les resulta molesta. Nos pueden llamar indecentes, injustos o antipatriotas.
Pero como dije al principio, no quiero centrarme en la política, aunque la política señala el camino a seguir en tantos aspectos de la vida. Y si la política está influenciada por la religión, las leyes y normas de comportamiento están al dictado de los asuntos “divinos” a través de sus “delegados terrenales”.
Los resistentes, nunca cesan de resistir, aunque les llamen necios. Nos gustan esos sueños, llamados utopías, aunque a veces no nos dejen dormir en paz, pero los preferimos a las inquietantes pesadillas neoliberales provocadas por cenas de abundantes mercados y economías.
La resistencia prefiere la crítica, la rebelión continua, la protesta, el inconformismo. Prefiere los sueños antes que la miseria y la indignidad. Prefiere la filosofía, la literatura, el arte, la poesía, la ciencia pura. La resistencia opta por lo no mesurable, por la cualidad de las cosas antes que por su cantidad, huye de la economía mercantilista, de los balances, de las finanzas, y de las “puñeteras” agencias de calificación.
El resistente no se alinea con banqueros de corbatas de seda y gemelos de oro, con obispos en coche oficial y palacios señoriales, con los políticos casados con el sistema establecido; no comulga con los grupos de los G,s (G-5, G-8, G-20), ni con fondos monetarios internacionales, ni bancos mundiales, ni organizaciones de comercio. Ningún resistente pertenece a esas castas u organizaciones, y si está en ellas, y se autodenomina resistente, simplemente no le creáis.
Ninguno de los pertenecientes a los mencionados en el párrafo anterior es demócrata, ellos se auto eligen en sus conclaves secretos o mediante maquiavélicas luchas por el poder. Ninguno cree en la democracia, la usan, como los fundamentalistas lo hacen con la religión. Pero ellos imponen las normas, nos imponen una democracia en la que participamos como meros espectadores que se limitan a aplaudir o vociferar según nos señale su guión.
Javier Jiménez Olmos
21 de enero de 2014
Buenos días, Javier.
Es difícil sacar un blog adelante. La red tiene sus reglas y el modelo clásico de comunicación de uno a muchos se adapta con dificultad a una topología en la cual cada nudo es a la vez emisor y receptor.
Con todo es de agradecer y meritorio el esfuerzo de pensar, escribir lo pensado y exponerlo.
Como además nos conocemos voy a venir por tu blog de vez en cuando como llevo haciendo de madrugada en otros lugares que me gustan. Es importante en este mundo ir tejiendo hilos que unan nudos entre ciudadanos.
Hoy, estando de acuerdo con el texto de este artículo en general, con la frase de Bada en particular y especialmente con tus reticencias textuales, voy a añadir alguna consideración porque la forma de democracia que hoy tenemos posiblemente está asistiendo a su lento colapso porque ya ha dado de si lo que podía, está en fase degenerativa y le toca una muy profunda renovación que resulta incapaz de abordar desde dentro.
En cómo manejemos este complejísimo proceso histórico nos va mucho como civilización y como individuos pero en resumen se trata de saber si es posible una «ciudadanía adulta» –con poca necesidad de pastoreo y programación– o si, como estamos viendo, las estructuras de poder van a seguir creciendo por arriba, capturando cada resquicio de libertad de decisión personal y forzando ciudadanías infantilizadas y dependientes de por vida.
En los libros de texto sobre el asunto la democracia moderna es un conjunto de reglas para acceder al poder y para ejercerlo.
Hoy se plasma en constituciones de nuevo cuño: Las de la Postguerra en Europa continental y en el modelo anglosajón en USA, en algunos países latino-americanos –el antiguo imperio de España–, y en los restos del imperio británico desmantelado tras la II Guerra mundial como condición impuesta por Roosevelt a Churchill para que USA invadiese la Europa del Eje.
Vale recordar que la primera constitución moderna nace en España en 1520 ( ver «Ley Perpetua de Ávila» de Ramón Peralta) y que Carlos V al llegar la rechaza y lucha contra ella saliendo victorioso a base de dividir ciudades y comprar voluntades.
Hoy académicos como Pedro de Vega o Luigi Ferrajoli, referentes jurídicos continentales y globales, están confirmando que lo anunciado por Tocqueville en el libro IV de su Democracia en América ya ha sucedido.
Este tema es largo, va a durar más que una vida. Estará con nosotros muchos años y dejo las referencias bibliográficas que enuncian lo que he tratado de exponer. Son los tres muy breves y económicos.
1. De Tocqueville, Libro IV, de la Democracia en América». 1825. Hay edición breve con el título «El despotismo democrático».
2. Pedro de Vega. «La reforma Constitucional –La problemática del poder constituyente–» 1985. Tecnos.
3. Luigi Ferrajoli. «Poderes Salvajes», 2012. Trotta.
Buenos días y gracias por el artículo.