playaLlegan las vacaciones para millones de personas en el mundo occidental. A pesar de la crisis y de las graves consecuencias para el empleo y la sociedad del bienestar, gran parte de los europeos y otras sociedades occidentales se pueden considerar afortunados en comparación con lo que se vive en otros lugares del mundo.

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No obstante, en las sociedades occidentales, tradicionalmente dominadas por el sistema capitalista, la crisis económica –que no es sino la crisis del propio sistema- ha agudizado las diferencias sociales. Hay un crecimiento de la pobreza y la desigualdad de rentas como se constata de los datos ofrecidos por ONG,s, de las que no se pone en duda su servicio a la sociedad, como Caritas o Cruz Roja, entre otras. Estos factores, desigualdad y pobreza, unidos a la percepción de corrupción y las cifras de desempleo –especialmente el de los jóvenes-, que llevan a concebir un futuro sin esperanza, conducen a un clima de frustración que puede ocasionar episodios violentos.images

Los conflictos violentos y las guerras son producidos por múltiples y complejos factores. Pero los mencionados anteriormente tienen mucho que ver. Aunque en las sociedades occidentales modernas la pertenencia a determinada raza, religión o etnia parecía superada, los discursos excluyentes, xenófobos y racistas están de nuevo comenzando a renacer. Posiblemente, también, otra de las consecuencias de la crisis: echar la culpa del desastre a los demás en lugar de al propio sistema.

Así, se comienza a vislumbrar un futuro que parece una vuelta al pasado, a la vista de resultados electorales recientes con la aparición de movimientos políticos y sociales de corte totalitario.

Hay señales de alerta, a pesar de que la propaganda quiera seguir exhibiendo las bondades de un sistema que quieren perpetuar a consta del sacrifico de millones de personas, como si de una guerra se tratara en la que los generales calculan el número de bajas para conseguir la victoria.

Pero los sacrificios tienen un límite y las personas son imprevisibles cuando pierden la esperanza y la dignidad. Por ello desde los líderes occidentales deberían de tener en cuenta las prioridades para atajar esos desafíos a la seguridad.

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En el mundo actual no hay guerras de la intensidad que hubo en el pasado siglo pero las hay y con mucho sufrimiento. Guerras (algunos les llaman conflictos de baja intensidad) que aparecen en los medios durante semanas o días pero que siguen ahí: Mali, República Centroafricana, Sudán del Sur, Siria, Ucrania, Gaza. Otras, que parecían acabadas, vuelven con más virulencia, como sucede en Libia, Irak y Afganistán.

Occidente tiene suerte, todavía puede gozar de vacaciones, aunque muchos de sus habitantes ya no puedan. Sin embargo, en esas partes del mundo mencionadas continúa la destrucción y la muerte. No habrá vacaciones para la guerra. Con víctimas inocentes, de todos los bandos, de todas las razas, de todas las religiones. El fanatismo de la violencia no descansa ni distingue entre sus víctimas.

Javier Jiménez Olmos

31 de julio de 2014

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