Que finalizados los conflictos armados solo se juzgan los crímenes de guerra de los perdedores es una evidencia histórica.
Los aliados norteamericanos y británicos bombardearon Hamburgo y Dresde con bombas incendiarias causando unas cifras de víctimas civiles que superaban las decenas de millares. La aparente causa justa era defender la democracia contra el nazismo, pero miles de inocentes fueron víctimas de las masacres cometidas por la aviación aliada. Tampoco se juzgaron las violaciones a mujeres alemanas por parte de soviéticos y aliados occidentales.
El culmen del horror caído del cielo se produjo en Hiroshima y Nagasaki. Sendas bombas atómicas provocaron tal destrucción que borraron del mapa las dos ciudades, causando millares de víctimas. Horror que continúo por muchos años siguientes debido a las radiaciones remanentes de las bombas atómicas. Nadie se atrevió a ni tan siquiera investigar si se trató de crímenes de guerra. Estados Unidos justificó las matanzas como ahorro de vidas humanas propias adelantando el final de la guerra. ¡Menuda paradoja!
En marzo de 1999 la OTAN, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas bombardeó Serbia, con bombardeos que decían ser inteligentes, pero que dejaron a oscuras parte de Serbia, cegaron la televisión y provocaron la muerte de civiles inocentes. Una decisión tomada para acabar con un supuesto genocidio que los serbios cometían sobre la población albano-kosovar. Unos ataques aéreos desproporcionados con la única finalidad de que el gobierno serbio se plegara a los intereses norteamericanos en la región. Nadie ha sido juzgado por vulnerar la legalidad internacional y actuar unilateralmente sin el amparo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
En el 2003 se bombardeó Iraq con el pretexto de acabar con el régimen de Sadam Hussein y sus supuestas armas de destrucción masiva. De nuevo millares de víctimas inocentes cayeron bajo la destrucción que venía del cielo. Bombardeos inteligentes, nos decían las fuentes oficiales de la coalición norteamericana-británica que actuó sin el consentimiento de las Naciones Unidas, por lo que supuso un claro desprecio a la legalidad internacional que emana de las resoluciones del Consejo de Seguridad de esa organización. Tampoco nadie ha sido convocado ante los tribunales competentes para discernir si se cometieron crímenes de guerra.
¿Nos tenemos que creer lo que la propaganda del bando al que pertenecemos nos dice?
Los bombardeos son una constante de los que disponen del poder aéreo o de los sistemas de misiles más avanzados, que normalmente son los países más poderosos y sus aliados.
Ahora toca Gaza. Lo intentan justificar como defensa propia contra ataques terroristas. La propaganda nos argumenta cada día que atacan objetivos militares. ¿Cuántos objetivos militares hay en Gaza? o acaso ¿toda Gaza y sus habitantes son objetivo militar?
Estados Unidos prosigue su apoyo incondicional a Israel en su lucha contra Hamás o contra los palestinos ¿acaso todos los palestinos son Hamás? Estados Unidos es una escuela de bombarderos, sus discípulos israelíes y británicos (estos siempre son comparsa distinguida en las intervenciones militares norteamericanas) han aprendido muy bien de su profesor. Amparados por la impunidad basada en su mesianismo y sustentada por su poder económico y militar, actúan según los dictados de su moral y valores inventados según su propia conveniencia.
Saben muy bien que nadie juzgará sus presuntos crímenes de guerra, ni tan siquiera alguno de sus aliados se atreverá a salirse de la línea trazada por el capitán norteamericano. Ningún gobierno occidental o miembro de la OTAN tendrá el valor ni tan siquiera de llamar a consulta a sus respectivos embajadores en Tel Aviv, mucho menos a aplicar sanciones contra el gobierno de Netanyahu o romper relaciones diplomáticas con él. Con otros sí lo han hecho en situaciones de vulneraciones de los derechos humanos mucho menores que la de Gaza.
(Escrito con la indignación que me producen las masares de Gaza)
Javier Jiménez Olmos
5 de noviembre de 2023
No es frecuente leer reflexiones tan lúcidas escritas desde la honestidad y bien argumentadas. Falta nos hacen en los tiempos que corren, bienvenido Javier Jiménez Olmos.
Moderación es lo que expresa su comentario (en el anterior hay un error de escritura) y claridad de ideas, reitero mi reconocimiento a su manera de difundir conocimiento.