A pesar de la personalidad, el discurso y la acción de George W. Bush, el pueblo americano le renovó el mandato presidencial el 2 de noviembre de 2004. Parecía el triunfo del mesianismo democrático neocon, el triunfo de la América de la paranoia religiosa y moral, el éxito del desprecio a la legalidad internacional en su lucha contra el terrorismo. Sin embargo, una gran parte de la población mundial, también en EE. UU. y en Europa, no consideraba adecuada la política del presidente Bush.
Después de las elecciones del 14 de marzo de 2004, con Rodríguez Zapatero como nuevo presidente del Gobierno, la Política Exterior española, tomó un nuevo rumbo distinto en algunos aspectos del llevado por José M.ª Aznar[1]. El argumento principal del señor Aznar a favor de la guerra era la defensa de la paz, por tanto, era fundamental acabar con el régimen de Sadam Hussein ya que poseía armas de destrucción masiva y patrocinaba movimientos terroristas. Rodríguez Zapatero, entonces jefe de la oposición, argumentaba que no había pruebas suficientes sobre la posesión de armas de destrucción masiva y la vinculación al terrorismo, coincidía en que Hussein era un peligro para la estabilidad mundial, pero que se debían cumplir las resoluciones de la ONU por lo que se refería a un ataque preventivo e invasión. El señor Zapatero fue respaldado por el resto de los grupos parlamentarios distintos del Partido Popular que, por entonces, tenía mayoría absoluta.
El Gobierno Aznar prestó su apoyo a la invasión y el Gobierno Zapatero la retiró. En la siguiente legislatura ―2004―, ya con José Luis Rodríguez Zapatero en la Presidencia del Gobierno, la Política Exterior se basó en un equilibrio de compromiso con Europa, la OTAN, los Estados Unidos y un acercamiento al mundo del Islam a través del impulso de iniciativas como la Alianza de Civilizaciones.
Si el unilateralismo y el poder militar como fundamentos del orden internacional no han sido capaces de conducir a la resolución de conflictos, sería necesario encontrar otras vías para la prevención y resolución de los conflictos. La paz negativa alcanzada mediante el uso de la fuerza es un logro momentáneo. Son las formas dialogadas de transformación, sin imposiciones, basadas en el desarrollo y la justicia social las que perduran a través de los tiempos. Los datos ofrecidos en los capítulos anteriores presentan serias dudas sobre la eficacia del uso de los ejércitos para combatir el terrorismo. Asimismo, la unilateralidad, fruto no solo de la arrogancia, sino del deseo de actuar aún sin el consentimiento de la Comunidad Internacional, y sin ningún sostén legal, como fue el caso de la invasión de Irak, dejan a la vista que las actuaciones militares de ese tipo provocan más daño del que pretenden evitar.
Las soluciones a los conflictos y la búsqueda de la paz positiva tienen el camino del entendimiento global y para ello es necesario el respaldo de la Comunidad Internacional representada por las Naciones Unidas. Primero, patrocinando iniciativas de paz a nivel mundial como la Alianza de Civilizaciones; después, fomentando el entendimiento regional basándose en las directrices emanadas de las anteriores iniciativas, en el caso español incidir en El Proceso de Barcelona, ahora Unión por el Mediterráneo; y, por último, alentando las relaciones bilaterales, en el entorno más cercano ―en el caso español es de vital importancia el área del Magreb.
Conceptualmente se trata de acabar con la teoría del “choque de civilizaciones”, no de confirmarlo. Se puede pensar que la “alianza” se crea contra el “choque”, y que de alguna manera con la iniciativa se confirma ese temido choque. Pero la Alianza de Civilizaciones es la prevención de un conflicto más percibido que real; lo que trata es de abordar un conflicto de naturaleza distinta a la cultural y religiosa a través de mecanismos de comprensión de la diversidad. No pretende confirmar un resurgimiento de las guerras de religión ya que no existe un conflicto de naturaleza religiosa, porque existen otras brechas más profundas a tener en cuenta como son la económica y la tecnológica; por eso se puede considerar como un «choque de percepciones» cuyo origen no tiene exclusivamente razones teológicas. Es modificar una línea de pensamiento provocada para creer que la violencia la engendran las creencias, es analizar las causas de un conflicto disimulado como una guerra de civilizaciones cuando en realidad es de naturaleza política.
El objetivo es sustituir la “ideología del miedo” y la “guerra al terror”, propugnada por los fundamentalistas, por el discurso de la comprensión a través de la educación y el diálogo; de eliminar los simplismos intencionados de “ellos” o “nosotros”, por un análisis más sosegado y objetivo de las realidades complejas donde nada es absoluto.
El 21 de septiembre de 2004, el presidente del Gobierno de España, don José Luis Rodríguez Zapatero, pronunció un discurso en las Naciones Unidas durante el Debate del LIX periodo de sesiones de la Asamblea General. Con un discurso de alto contenido político, el presidente Rodríguez Zapatero expuso las líneas fundamentales de su Política Exterior y como consecuencia lanzó la iniciativa de la Alianza. Con sus palabras ante la Asamblea General rompía la foto de las Azores[2]. En esta alocución abogaba por el multilateralismo, el diálogo y la legalidad internacional como principios fundamentales de las relaciones internacionales.
El presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, era consciente de la brecha que se estaba abriendo entre Occidente y el Islam causada por el desconocimiento, la incomprensión y la falta de diálogo. Los fundamentalismos políticos y religiosos de una y otra parte conducían al terrorismo y las agresiones militares. Parte de Occidente, preso de la emotividad de acciones terroristas como las del 11-S y 11-M, sucumbía ante la propaganda que trataba de identificar Islam con terrorismo. Desde el Islam se empezaba a percibir a Occidente como agresor insensible e ilegal.
Las relaciones internacionales se deterioraban, no solo entre los musulmanes y los occidentales, sino dentro de la sociedad occidental. El vínculo transatlántico se resentía. La guerra de Irak era una carga insoportable para los gobiernos involucrados en la invasión y apoyo posterior a la misma. Primero, por la responsabilidad de haber apoyado una invasión cuya legalidad ha sido discutida por los especialistas en derecho internacional; segundo, por la carga de pérdidas de vidas humanas que soportaban; tercero, por el enorme coste económico que significaba; cuarto, por la desestabilización provocada en la región; quinto, por la presión de las opiniones públicas contrarias a la invasión; sexto, por las prácticas poco democráticas demostradas en las prisiones de la coalición invasora; séptimo, por la vulneración sistemática de los derechos humanos en el país invadido y en el trato a los detenidos; octavo, por los efectos colaterales que incesantemente producían víctimas inocentes.
Por el otro lado, la violencia no cesaba, la guerra al terror demostraba ser ineficaz, incluso contraproducente, aunque la propaganda se empeñara en demostrar lo contrario. Los datos objetivos sobre el incremento de la violencia terrorista, expuestos en el capítulo anterior, así lo atestiguan. El sentimiento de rechazo a Occidente se multiplicaba. Y la solución del problema palestino entraba en vía muerta.
Por todo ello, después de las elecciones generales españolas del 14 de marzo de 2004, en las que su partido resultó ganador, Rodríguez Zapatero decidió optar por una política conciliadora. Estaba muy reciente el atentado del 11-M. Con este panorama, el nuevo presidente del Gobierno de España se dirigió a las Naciones Unidas en el discurso ya mencionado en el primer párrafo de este apartado. El objetivo primordial era evitar el choque de civilizaciones y tomar medidas culturales y políticas para fomentar el acercamiento entre Occidente y el Islam.
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2004, el presidente del Gobierno español afirmó que el terrorismo no tiene justificación y que para su erradicación se deben conocer sus raíces, y agregó que cuanta más gente viviera en condiciones dignas en el mundo, más seguros estaríamos. En este discurso, Rodríguez Zapatero reclamó el derecho del pueblo palestino a disponer de un Estado democrático en paz con sus vecinos, y recordó que para España el desarrollo económico y la estabilidad política son fundamentales para la seguridad regional. Se comprometió con el multilateralismo y el diálogo como medios prioritarios para la consecución de un mundo más seguro. Consideró, en sus palabras, que la lucha contra la pobreza y el respeto a la legalidad son necesarios para lograr un mundo más justo. También aludió a la reforma de las Naciones Unidas para fortalecer su funcionamiento.
Siguiendo el procedimiento establecido en las Naciones Unidas, el secretario general, Koffi Annan, presentó la iniciativa. Según el secretario general, la finalidad de la iniciativa era superar los prejuicios y errores de apreciación, y crear un clima de entendimiento frente a la división para luchar contra el fundamentalismo que conducía al terrorismo. Con el copatrocinio de Turquía y España, Koffi Annan presentó la iniciativa, para aprobación, en Asamblea General que tuvo lugar con ocasión de la Cumbre de 2005. El 14 de julio de 2005, Koffi Annan anunció la Alianza de Civilizaciones, cuyo objetivo era promover el compromiso de la comunidad internacional de cerrar la brecha que dividía a las sociedades islámicas y las occidentales, por lo que explícitamente se consideraba un proyecto de seguridad ya que se trataba de involucrar a las sociedades para superar los prejuicios, las percepciones erróneas y la polarización que podrían amenazar la paz mundial. Acabó su presentación manifestando la creación de un grupo de expertos para liderar el proyecto y redactar un informe con recomendaciones que diera lugar a un plan de acción. La iniciativa se aprobó en el Documento Final de la Cumbre Mundial de 2005 por Resolución 60/1.
La Alianza de Civilizaciones tiene unos objetivos muy definidos: comprensión y respeto a la diversidad; no exclusión ni discriminación por ninguna razón y respeto a los derechos humanos; no al extremismo ideológico y religioso; incidir en los valores comunes; y considerar como fundamental que la seguridad es indivisible. Desde ese punto de partida, el Grupo de Alto Nivel elaboró un informe que presentó el 13 de marzo de 2006.
Campos de acción
Si el análisis de las causas de los conflictos y las recomendaciones son importantes, la gran novedad de la AdC la constituyen los campos de actuación en los que incidir para evitar confrontaciones. Hasta la presentación de esta iniciativa, las propuestas de seguridad seguían principalmente la agenda militar. Aunque la investigación para la resolución de conflictos mediante medios pacíficos se ha desarrollado grandemente desde el final de la II Guerra Mundial, no había habido ninguna propuesta a nivel global que contemplara la prevención de conflictos a través de actuaciones que no incluyeran la vía militar.
Una vez analizadas las causas de los conflictos la AdC trata de prevenir que esas causas puedan derivar en confrontaciones violentas, todo ello mediante actuaciones que pueden incidir de una manera decisiva en las mentes de los ciudadanos del mundo. Es una tarea de largo recorrido, los resultados no serán mesurables inmediatamente porque el objetivo es crear mentalidades abiertas a la comprensión y al diálogo, a la tolerancia y al respeto a la diversidad, lo que sin duda es una labor que implica acciones durante largos periodos de tiempo.
Para ese objetivo de transformación de la mentalidad, la AdC contempla cuatro campos de acción principales, a saber:
1º) La educación.
2º) La juventud.
3º) Los medios de comunicación.
4º) Las políticas de inmigración.
La seguridad había sido entendida históricamente como un asunto relacionado con la agenda militar; sin embargo, hacia finales del siglo pasado, y como consecuencia del final de la Guerra Fría, la seguridad comenzó a considerarse como una materia multidisciplinar en la que el individuo comenzaba a ser actor principal. Del mismo modo, la seguridad no se podía considerar como un problema a resolver unilateralmente por los estados. La seguridad adquiere también carácter global por la interdependencia de un mundo cada vez más interrelacionado.
Si la seguridad es multidisciplinar y global, ¿por qué seguir pensando en actuaciones exclusivamente militares y unilaterales? ¿Por qué no abordar la prevención de conflictos por otros medios distintos de la coerción y la fuerza de las armas? ¿Por qué no fomentar unas aptitudes que favorezcan la convivencia pacífica? ¿Por qué no buscar alternativas globales de paz?
Los campos de acción contenidos en el Informe del Grupo de Alto Nivel para la AdC pretenden actuar para que las incomprensiones que conducen al odio y la violencia puedan ser prevenidas desde sus inicios. La AdC no considera que las causas de los conflictos se deban a razones culturales o religiosas; sin embargo, esas diferencias culturales o religiosas sí que pueden ser aglutinantes y detonante final de la violencia. Por eso conviene educar, especialmente a los jóvenes, buscar la colaboración de los medios de comunicación y fomentar las políticas de integración de los inmigrantes. Educación para el entendimiento en un mundo interdependiente, educación global y transcultural. Una educación capaz de hacer que el individuo evalúe de un modo crítico la información que proviene de los medios de comunicación. Una educación, finalmente, que haga posible el derecho a elegir libremente la fe religiosa.
No obstante, la educación va estrechamente ligada al desarrollo, y este no es posible sin educación. Como se ha dicho los conflictos se dan con mayor intensidad en las zonas donde la pobreza es mayor. Por ello, es importante incidir en el aspecto del desarrollo y la educación como elementos principales para la prevención de conflictos.
La juventud es, según la AdC, el principal destinatario de las políticas educativas, pero para ello es necesario que los jóvenes de diferentes culturas puedan compartir experiencias a través de programas de intercambio y que los jóvenes puedan participar en el proceso de toma de decisiones.
El paro juvenil es otro de los grandes obstáculos para lograr zonas de convivencia pacífica: para los jóvenes de ciertos países con mayoría musulmana el problema es especialmente grave. Oriente Medio y el Norte de África presentan la tasa más baja de participación juvenil laboral, superior al 50% (aunque algunos países occidentales, como España tiene índices similares de desempleo).
La inmigración es concebida como amenaza por una parte de la sociedad y no como fuente de dinamismo. Desde determinadas posiciones políticas extremistas se incita a la xenofobia y al racismo. Estas formas intolerantes de contemplar el fenómeno migratorio se acentuado con la gran crisis económica actual. El inmigrante ha pasado de ser visto como mano de obra barata a ser un gasto público y un peligro social.
Los medios de comunicación pueden contribuir al entendimiento entre culturas y sociedades, aunque en ocasiones por los modernos medios de comunicación favorecen el sentimiento reivindicativo musulmán. Tampoco desde Occidente se contribuye a proporcionar una información equilibrada de los acontecimientos relacionados con el Islam, lo que conduce al incremento del sentimiento antimusulmán, principalmente desde el 11-S. Sin cuestionar la libertad de prensa, el Informe del Grupo de Alto Nivel sobre la Alianza de Civilizaciones se plantea el ejercicio responsable de esa libertad.
Para lograr los objetivos contenidos en los principales campos de acción, el mencionado informe hace unas recomendaciones. Con relación a la educación se trata de «difundir una educación global, intercultural y de promoción de los derechos humanos» para lo que se deben adoptar medidas que incluyan en la enseñanza primaria y secundaria programas que incidan en la diversidad y una explicación no agresiva de la Historia de la Humanidad. También se incide en la formación para fomentar una actitud lúcida y crítica y para combatir las falsas percepciones, los prejuicios y el lenguaje de incitación al odio.
Con relación a la enseñanza de la religión se insta a los líderes religiosos a la elaboración de directrices consensuadas para la enseñanza de la religión. En cuanto a los estados y Organizaciones Internacionales ―como la Conferencia Islámica y la Unión Europea― se recomiendan adoptar medidas que refuercen la tolerancia y el respeto intercultural. Las recomendaciones relacionadas con los jóvenes giran en torno al sentido de fomentar espacios de diálogo intercultural e interreligioso. Uno de los puntos más controvertidos es el de apoyar la participación femenina para mejorar el estatus de la mujer.
La inmigración es uno de los problemas de percepción más importantes por parte de las sociedades desarrolladas, por eso el Informe del Grupo de Alto Nivel recomienda que los gobiernos nacionales, regionales o municipales, las entidades públicas y privadas deben de intensificar la integración de los inmigrantes a través de la educación, el empleo, los servicios sanitarios y sociales. Del mismo modo se insta a los líderes de las comunidades de inmigrantes y las autoridades de los países de acogida a promover el respeto por la diversidad y las buenas relaciones intercomunitarias.
Los medios de comunicación poseen una tremenda capacidad de información e influencia en las percepciones y conductas de la sociedad globalizada. El Informe del Grupo de Alto Nivel es muy cauto en el tratamiento de los medios de comunicación a los que recomienda elaborar, articular y aplicar códigos de conducta de carácter voluntario. Por tanto, deja en manos de los medios la responsabilidad del equilibrio entre información y libertad de expresión. Un aspecto importante a tratar es el contenido de la industria del entretenimiento ―cine, televisión― de modo que se establezca una hoja de ruta que proporcione mensajes que favorezcan la tolerancia y el respeto, y no inciten al odio y a la violencia intercultural e interreligiosa. Asimismo se propone aprovechar los grandes eventos mediáticos y deportivos para promover los objetivos de la Alianza de Civilizaciones.
Javier Jíménez Olmos
11 de marzo de 2014
[1] El 16 de marzo de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero explicó las líneas maestras de su política exterior en el discurso de investidura, dos días después, el 18 de marzo, anuncia la retirada de las tropas españolas destacadas en Irak, el 27 del mismo mes informa al Congreso de la retirada definitiva de todas las tropas, será el 27 de mayo de ese mismo año.
[2] Expresado de este modo por el autor de este trabajo para remarcar la diferencia de pensamiento entre los presidentes Aznar y Rodríguez Zapatero.
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