La crisis sanitaria del covid-19 está planteando a nuestro modelo de sociedad unos desafíos sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Este coronavirus, que apareció en China a finales del 2019, se ha extendido por todo el mundo con una virulencia que ha causado millares de muertes y el colapso momentáneo de algunos sistemas sanitarios y una gran depresión económica, incluso en países muy desarrollados.

La tremenda situación de emergencia ha conducido a considerar esta crisis como si de una guerra se tratara. Sin embargo, es una guerra en la que el enemigo es un virus que ataca sin distinción de fronteras. Un enemigo invisible, del que se conocía poco o casi nada, un enemigo difícil de eliminar, que no se destruye con misiles, ni con sofisticadas armas, se combate con la ciencia. Pero la ciencia no es dogmática, elabora hipótesis, las experimenta y comprueba que son acertadas. La ciencia es lenta por naturaleza, requiere del análisis, de la experimentación y de la comprobación de resultados.

La ciencia es además dinámica, en el sentido de que algunas tesis demostradas resultan obsoletas o mejoradas por otras nuevas tesis avaladas también por el método científico. Los dogmas quedan para otros asuntos humanos, la ciencia no es dogmática. Todos los científicos lo saben. Por eso, no se comprende el atrevimiento de emitir juicios sin el correspondiente aval de la documentación y del estudio en diversas direcciones. Por eso, no es admisible las afirmaciones basadas en juicios de valor o aproximaciones en una sola dirección, menos aún si estas están patrocinadas por movimientos o personas ligadas a una determinada ideología o interés partidista, económicos o de otro tipo. La ciencia debe ser desinteresada, su único interés debe ser el servicio a la humanidad, en especial en esta situación de alarma sanitaria.

En este periodo de caos individual y colectivo causado por el miedo a lo desconocido, más que nunca se necesita apelar a la razón, al pensamiento racional, que no excluye tener sentimientos y dejar que fluyan las emociones. Pero la racionalidad tiene que ser capaz de gestionar las emociones, el drama de la enfermedad, la muerte o la crisis económica. Por eso, se considera tan importante la crítica y la autocrítica, siempre que elimine los elementos perturbadores que conducen a la depresión o al odio. Hay que pensar en positivo. Y uno de los pensamientos positivos es el de confiar en la ciencia.

La ciencia también es humilde, el verdadero científico reconoce sus errores, aprende cada día, saca conclusiones y modifica allí donde se ha equivocado. El alma del auténtico científico no es competitiva sino cooperativa. La ciencia no es soberanista, es universal. La ciencia no debe estar al servicio del mercado, ni del Estado, no es ideológicamente de ninguna opción política. La ciencia no vive del titular, ni de la inmediatez o de la arenga. La ciencia es paciente, prudente, serena, reflexiva y casi siempre sabia.

Así que, sería recomendable que todos los que en estos días hacemos discurso, criticamos y ofrecemos soluciones, pensáramos que una gran parte de nuestro bienestar se debe a la ciencia y que los sentimientos irracionales no siempre han conducido a los seres humanos a una convivencia pacífica. Nos hemos matado en nombre de sentimientos religiosos o patrióticos, incluso hemos “quemado en la hoguera” a científicos que rebatían esos dogmas religiosos o patrióticos.

Apostemos, (apuesto), por la ciencia, por dejar el debate político partidista, las ideologías dogmáticas, los predicadores de la verdad absoluta, los que se refugian en una bandera (me da igual el color) o los que son incapaces de abrir su mente a otras opciones. La ciencia se trata de eso de documentar, de argumentar, de contrastar las hipótesis de escuchar, analizar las discrepancias y de tomar decisiones consecuentes con las conclusiones científicas.

Para resolver la crisis sanitaria provocada por el covid-19 se necesitan científicos, pero para atajar la consecuente crisis social y económica también se necesita ciencia, mucha ciencia.

Javier Jiménez Olmos

14 de abril de 2020

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies