Igual tienen razón, pero a mí me van a permitir dudar aun a riesgo de ser tachado de defensor de Putin o de filocomunista u otras cosas peores. Hace tiempo que me distancié del pensamiento único enlatado, programado y difundido al modo “goebeliano”. Toda esta exaltación “otanística”, todo este entusiasmo armamentístico, todo este ardor guerrero, me preocupa y me asusta.

No quisiera ser disidente de toda esta parafernalia que conlleva la cumbre de la OTAN en Madrid porque, como digo, a diferencia de los dogmáticos, yo estoy lleno de dudas y, por eso, intento razonar sobre la conveniencia o no de estas escaladas militaristas. Debato conmigo mismo sobre la necesidad de la OTAN y de su futura estrategia.

La OTAN, el menos es mi percepción (basada en mi experiencia), es una organización capitaneada por los Estados Unidos y, por tanto, al servicio de sus intereses. Intereses que han llevado a terceros países (como España) a involucrase en guerras que no eran las suyas. Además, la OTAN, con el liderazgo norteamericano ha sido parte importante, decisiva, en que no se llegaran a acuerdos para la paz (pongo el ejemplo de la guerra de Kosovo, en 1999, que sin duda se podría haber evitado, por cierto, llevada a cabo sin el aval de las Naciones Unidas).

¿Se podría haber evitado la invasión de parte del territorio ucraniano por parte del ejército ruso si se hubiera prestado la suficiente atención a un conflicto que se inició como mínimo en el 2014 y con las sucesivas ampliaciones de la OTAN?

La OTAN, o los poderes estadounidenses, pretenden convencer que es una Alianza para defender la democracia. (Claro, como la que defendieron en las dictaduras de Grecia, Turquía o Portugal, o como el apoyo que prestaron a la dictadura del general Franco en España). Defender la democracia y la libertad es uno de sus lemas principales. ¿Qué democracia y qué libertad? ¿Cómo la que sufren millones de afroamericanos e hispano americanos en Estados Unidos? ¿Qué libertad, la que disponen millones de pobres en Europa y en el mundo?

Que me perdonen los bien intencionados pero todo esto me parece, una vez, más un intento de convencernos de la necesidad de aumentar los gastos militares a través de identificar enemigos únicos. Ya se hizo con el engaño colectivo de la guerra fría (a los del bloque soviético les hicieron lo mismo) o después con la llamada “guerra al terror” tras los atentados del 11 S en 2001. Siempre hay una excusa para alimentar las carreras de armamento, siempre hay un pretexto para fomentar el militarismo.

¿No es suficiente con la cantidad de armamento que ya se dispone, para qué queremos más armas? (Hay que defender las democracias a cañonazos si es preciso, eso sí, allí donde interese al capitán del equipo, a los que molesten, pero no a los que son amigos del jefe, aunque no respeten los más mínimos derechos humanos, como es el caso de la mayoría de las dictaduras teocráticas de Oriente Medio).

Podrán señalarnos a los enemigos que quieran, no digo que algunos no lo sean, pero esto es un juego de intereses, donde predominan los del líder euroatlántico: Estados Unidos. ¿Sabemos con certeza que Rusia constituye una amenaza para Finlandia o Suecia, por ejemplo? ¿Sabemos con seguridad que las intenciones de Rusia sean de invadir más países, tiene la suficiente capacidad militar para hacerlo? ¿De dónde proviene esa consideración, quién realiza los informes (secretos) correspondientes? ¿Un nuevo acto de fe, como el de las armas de destrucción masiva en Irak?

¿No son los los verdaderos enemigos del pueblo, los que percibimos a diario, a saber, la pobreza, el precio de los alimentos, la sequía, el cambio climático, la falta de hospitales, de centros educativos (no solo en España sino en una gran parte de este planeta) ¿No son una amenaza real la inflación, los precios desmedidos del gas y la electricidad, y los abusos de bancos y fondos buitres de inversión?.

¿No son esas las amenazas que se ciernen a diario sobre los más desfavorecidos, a los que se les intenta distraer al modo “goebeliano” para que acepten con fatalismo divino lo que el sistema ha declarado como inevitable?.

Contra esos enemigos del pueblo, que he mencionado, no sirven ni las alianzas militares, ni las escaladas armamentísticas, ni sus consiguientes aumentos de los gastos militares, ¿no será más bien todo lo contrario?  ¿No sería mejor haber organizado una cumbre, que incluyera a Rusia y China, para tratar de apaciguar a los guerreros de todos los frentes? ¿No sería mejor dialogar, proponer soluciones para la paz y la seguridad humana?

¿A quién benefician las guerras, a quién beneficia la de Ucrania, sólo a Putin?

Desde luego, a mí, humilde ciudadano, no me ha beneficiado en nada: encarecimiento de la vida, inflación y la consiguiente pérdida de calidad de vida.

Me preocupa la injusticia, me indigna y me rebelo democráticamente contra las agresiones militares (todas y en todos los lugares), pero no creo que el mejor modo de resolver esas injusticias sea con más violencia organizada.

Javier Jiménez Olmos

22 de junio de 2022

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