Producir sensación de inseguridad en la sociedad es una constante histórica de aquellos que detentan el poder y no quieren abandonarlo. Es muy rentable apelar a las emociones para paralizar cualquier opción de cambio. Todos los poderes lo han hecho en todos los tiempos.
Cuando el desarrollo cultural es escaso se recurre al sentimiento religioso para amenazar con condenas eternas si no se siguen los dictados de esos poderes terrenales. Hay que aceptar con fatalismo divino los males de este mundo para obtener la recompensa del paraíso.
Pero las sociedades avanzadas ya no creen en el infierno (ni tan siquiera el Papa Francisco lo cree), así que hay que provocar miedo de modo que se note en aquello que se vive más directamente en este mundo. Es mucho mejor hacer referencia a lo que afecta a las personas en su vida diaria sin esperar a castigos o recompensas en el otro mundo.
El poder dominante ha establecido unos cánones en el comportamiento y las apariencias, ha fijado unos estereotipos sobre lo que es correcto y lo que no. Lo correcto, según el criterio del poder dominante, es lo seguro. Del resto hay que desconfiar, es peligroso, es inseguro.
A los poderosos de siempre les conviene distraer con mensajes sobre asuntos superficiales como indumentarias o manifestaciones anecdóticas (aunque sean de júbilo), o incidir sobre aspectos poco afortunados del pasado de algunas personas. No les interesa el debate sobre la los verdaderos problemas sociales y la forma de afrontarlos.
El miedo es un gran negocio. Y las apariencias juegan un gran papel para producirlo. Todas aquellas personas que no aparecen “encorbatados” y todas aquellas que no visten de acuerdo con las modas establecidas son ridiculizadas por los potentes medios de comunicación al servicio del poder dominante, son presentadas como personas poco sociales, incluso violentas, que quieren acabar con el sistema social mediante imposiciones unilaterales.
Según la lógica del estereotipo, que el poder quiere presentar de estas personas, su indumentaria y sus formas (algunos van en bicicleta) son producto de su escasa formación y educación, por lo que no están preparadas para ostentar cargos públicos de responsabilidad. Ellos (el poder establecido) ofrecen la moda y las corbatas de seda como garantía de responsabilidad, eficacia y seguridad (no quiero citar nombres propios al respecto, pero están muy presentes como para no recordar toda la inseguridad que han provocado con sus actuaciones, sus corrupciones y sus guerras).
Una de las principales obligaciones de los responsables públicos es la de proporcionar seguridad a las personas. Y no hay que olvidar que esa seguridad tiene muchas dimensiones, entre las que son prioritarias: alimentarse cada día, acceso a la educación y la sanidad, tener un empleo y un salario que permita llevar una vida digna, disfrutar de una vivienda…
De toda esa seguridad humana deberían preocuparse, debatir y presentar propuestas los que tratan de asustar sobre las corrientes de cambio, en vez de producir miedo innecesario e injustificado.
Javier Jiménez Olmos
16 de junio de 2015
¡Qué difícil no dejarse influenciar por las apariencias! El campo de las apariencias es tan vasto!!! Porque no es solo corbata o no…(para los hombres) …La apariencia femenina ¡¡¡Cómo se detalla!!! ¡¡¡Cómo se comenta!!! y para hombres y mujeres…la del lenguaje; la del físico, la de la forma de expresarse de palabra o noverbal…¡¡¡Cuidado!!! El campo de las apariencias es muy amplio.