
Nos preguntábamos, en el Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza, durante una reunión de planificación de las actividades del 2021, cómo podíamos contribuir desde nuestra Fundación a difundir la cultura de paz y la confianza, en este año que las Naciones Unidas lo han declarado como “Año Internacional de la Paz y la Confianza”.
Tratando de aportar mi pequeño grano de arena he comenzado a reflexionar al respecto. Nos encontramos ante un reto apasionante, complejo y muy difícil. Es un reto porque para los que creemos que la paz y la confianza siempre es posible, la actual situación sanitaria, social, económica y política tan compleja nos lo pone muy difícil.
La principal dificultad para esa paz y confianza tan deseadas es la creciente polarización social, a menudo derivando en una escalada verbal, que ya en algunos lugares ha dado paso a la violencia directa o violencia física. Además, pocos de los conflictos y guerras en curso han terminado de cerrarse; la mayoría prosiguen, incluso se incrementan en intensidad algunos de ellos.
Sin estas guerras actuales son ya un desastre para la paz y la confianza, la creciente ola de líderes y movimientos en países con sistemas democráticos avanzados, que poco o nada contribuyen a la concordia, puede derivar en conflictos civiles y dictaduras irrespetuosas con los derechos humanos.
Ahora que vivimos en tiempos de covid 19 y tenemos la esperanza de la vacuna para liberarnos de esta pandemia, también tenemos que encontrar la vacuna para liberarnos de todas aquellas ideas que propongan enfrentamiento con el “otro”. Una vacuna inteligente que nos permita apartar los prejuicios contra el diferente o el que piensa diferente.
No es fácil, ya se ha dicho. A veces, hay que respirar profundamente, para responder con serenidad ante los insultos, las injurias, los desprecios o las agresiones. Hay que encontrar argumentos para rebatir las inexactitudes o las falsedades. Y también, aprender a ser prudente, a veces es mejor callar, porque algunos se descalifican por sí solos con sus expresiones.
Para conseguir paz y confianza hay que seguir creyendo que es posible, hay que permanecer firme ante el desaliento que produce la observación de determinadas actitudes, que se producen a diario en la política, en la sociedad, en los medios de comunicación, en las redes sociales. Hay que seguir cultivando el conocimiento para poder vacunarse contra la zafiedad y el fanatismo.
Con toda humildad hay que proseguir educando como mejor antídoto contra la ignorancia, que suele ser el campo abonado para la trasmisión de las ideas intolerantes e integristas. La paz y la confianza, que van unidas, se construyen día a día con nuestro comportamiento, con nuestra formación continua, con nuestro espíritu crítico constructivo, con nuestro ejemplo.
La pandemia del covid 19 y las consecuencias sanitarias, económicas y psicológicas para la población están contribuyendo a la expansión de la desconfianza, no solo en las instituciones y dirigentes, sino entre las personas e incluso en uno mismo. A la recolección de ese miedo y desconfianza están al acecho fuerzas que con discursos dirigidos a las emociones ofrecen soluciones para todo tipo de problemas de las relaciones humanas.
Suelen ser elementos distorsionadores que se aprovechan del desencanto, la frustración, y la incertidumbre. Sus discursos están destinados a provocar desánimo y miedo, para ofrecerse como salvadores de cualquier vicisitud adversa que pueda afectarnos. Son los mismos discursos que han conducido al odio. Son discursos del enfrentamiento que han conducido a revoluciones, guerras civiles y guerras mundiales.
Hay que generar confianza para ganar la paz. Para ello, como con el covid 19, hay que vacunarse individualmente y colectivamente. Vacunarse contra la intolerancia, la xenofobia, la homofobia, el machismo, el nacionalismo y el racismo. Hay que vacunarse contra el insulto y la violencia verbal, contra los discursos agresivos y de odio.
Una vacuna gratuita que solo requiere el esfuerzo de la comprensión, la empatía, el respeto, la confianza y la educación. Una buena educación para la cultura de paz.
Javier Jiménez Olmos
17 de enero de 2021
¿Cómo no comentar? Tu artículo ¡¡perfecto!!! Me ha recordado el Salmo 45: «La Justicia y la Paz se besan»
He «entrado» en «Educación para la cultura de paz» de la última línea de tu estupendo artículo de hoy.Resulta que ahí está «mi» comentario. Lo vuelvo a firmar sin cambiar ni una coma .