La violencia organizada se puede considerar aquella violencia que se ejerce desde organizaciones sociales consolidadas, como los Estados, que disponen de una burocracia capaz de desarrollar instituciones que pueden practicar la violencia amparadas por el poder que les confiere una legalidad aceptada o impuesta.

Si a la organización se le añade un fuerte componente ideológico, la violencia puede perdurar durante un largo periodo de tiempo.

En la primera mitad del siglo XX, la organización se conjugó con la ideología comunista, nazi y fascista para que la violencia fuera más eficaz que nunca. En el caso de los nazis también se unió la ideología racista contra los judíos para provocar el Holocausto. No obstante, también los aliados bombardearon poblaciones civiles, causando millares de víctimas civiles con la excusa de la lucha contra los totalitarismos mencionados.

Pero no solamente mataron las bombas, las enfermedades y el hambre, consecuencia de la guerra, fueron las causantes de una gran parte de las víctimas civiles. En la Unión Soviética se calcula que pudieron morir de hambre unos veinte millones de personas, y otros cuarenta en China.

Si la organización y la ideología fueron fundamentales para la violencia organizada en los dominios nazi y fascista, también lo fueron en la Unión Soviética de Stalin, quien actuó contra los que consideró contrarrevolucionarios o espías, así como contra todos aquellos que se negaron a secundar sus políticas intervencionistas agrícolas; todos los campesinos que se negaron a la colectivización soviética fueron asesinados o desterrados en el mejor de los casos.

La Gran Guerra, que comenzó en 1914, estimuló el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la organización. Las grandes infraestructuras, carreteras y ferrocarril, facilitaron la movilidad de las tropas. Además, grandes inventos militares, derivados del avance científico y la tecnología permitieron la construcción de modernos medios militares tales como aviones, tanques, lanzallamas o armas químicas.

Todo ello, junto con el perfeccionamiento de la organización militar desembocó en matanzas que causaron millones de víctimas: 20 millones de muertos, de los cuales 7 eran civiles, y millones de heridos. En algunas batallas llegaron a morir más de 300.000 soldados (batalla del Somme 306.000, Verdún 305.000).

La Primera Guerra Mundial fue también el detonante de la Revolución Rusa (1917) y la posterior guerra civil (1917-1922), con un cálculo estimado de 9 millones de muertos, la mayor parte de ellos civiles. Otra de las consecuencias de esta guerra fue el genocidio armenio. Tanto en Rusia como en Armenia la ideología y la organización fueron fundamentales para la violencia.

La Segunda Guerra Mundial fue el culmen de la violencia. Este conflicto superó a todos los demás en la historia de la humanidad con 66 millones de muertos, más de la mitad de los cuales fueron civiles. Toda esta masacre no hubiera sido posible sin la capacidad organizativa para la guerra que desarrollaron las Estados, apoyados por una fuerte ideologización social, que condujo a la movilización de recursos materiales y personal destinados el esfuerzo de guerra (aproximadamente la mitad de la fuerza industrial y las tres cuartas partes del PIB de los contendientes se destinó a tal fin).

En ese círculo de combate y desarrollo, la Segunda Guerra Mundial estimuló la inversión industrial que a su vez facilitó más descubrimientos científicos y tecnológicos: el caucho y los aceites sintéticos para la industria de automóviles y vehículos de trasporte pesado; comida enlatada para los soldados; la linterna para los combates nocturnos; cabinas presurizadas, radares y motores a reacción para la aviación; ordenadores para facilitar la organización, la información y la decisión; penicilina para curar cuanto antes a las tropas y que pudieran seguir combatiendo; y, finalmente, la energía nuclear para construir bombas atómicas.

Nota.- Este artículo es la continuación de una serie de artículos sobre la violencia incluidos en este blog. El siguiente a publicar tratará sobre la mayor y más cruel de las violencias organizadas: la guerra

Javier Jiménez Olmos

16 de mayo de 2021

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