Los miserables solo son noticia cuando mueren o cuando matan. Esta vez, como casi siempre, han muerto. Han muerto camino de la esperanza, de un sueño. Soñar, lo único que pueden hacer mientras que les queden fuerzas para vivir. Mueren en el mar, huyendo del hambre, ahogados por un modelo de convivencia que les repudia y les condena a morir o a matar.
Desde el mundo acomodado y egoísta solo se piensa en el bienestar propio e inmediato. No hay otra opción, la educación o adoctrinamiento recibido van en ese sentido. Una formación encaminada cada vez más a conseguir individuos útiles para un sistema que solo conoce de la economía del beneficio ilimitado. Un ultra capitalismo, llamado de un modo edulcorado neoliberalismo, que no contempla otra opción que la del mercado sin reglas a nivel mundial.
Un mundo obsesionado con la seguridad, pero que se olvida que no hay mayor inseguridad que la que proporciona el hambre. Una seguridad que nos transmiten a diario de un modo interesado para convencernos de que los “malos” nos acechan y están dispuestos a acabar con nosotros. Para defendernos de ellos tenemos que buscar soluciones, una de ellas construir muros con alambradas, cuanto más altos sean y cuanto más corten la cuchillas mejor.
Los muros del mundo
Fuente: «Atlas des migrants en Europe. Géographie critique des politiques migratoires européenne,» Armand Colin. (Nicolas Lambert / MigrEurop)
Recordemos el muro de Berlín, construido por los enemigos del pasado, durante el periodo de la guerra fría entre capitalistas y comunistas. El llamado “mundo libre” criticaba esa opción comunista de impedir que las personas se pudieran mover con libertad. Ese muro era el símbolo de la represión contra la libertad individual. Nadie disculpaba, ni justificaba, ni toleraba que se pudiera coartar la dignidad de las personas con cemento y alambres de espino, y con ametralladoras, que también las empleaban.
Hoy en territorio español tenemos también esos muros. Se justifican para impedir la entrada de inmigrantes ilegales. Se les pone un muro con alambres cortantes, y se trata de justificar con argumentos que comparados con la herida o la vida de un ser humano no son nada. ¿Qué puede justificar que una vida humana sufra o se pierda por defender unas fronteras? ¿Qué puede disculpar que los que menos tienen puedan sufrir tanto por tratar de evitar la miseria y la indignidad?
Las leyes lo podrán autorizar los muros de la vergüenza, pero el sentimiento humano se tiene que rebelar contra ese modo tan cruel de impedir que personas tengan esperanza. Deberíamos de sentirnos orgullosos de que quieran, venir con nosotros, a pesar de lo difícil que se lo ponemos. ¿Cómo serán sus vidas como para querer compartirlas con nosotros en estos momentos de crisis?
Personas que mueren tratando de emigrar hacia Europa
Fuente: UNITED For Intercultural Action (Olivier Clochard/Migrinter)
No debería de extrañarnos cuando también los miserables matan. No es casualidad que las zonas donde más violencia, guerra y terrorismo hay, son aquellas donde la pobreza está más extendida. Un repaso por África Subsahariana para comprender por qué en determinadas zonas se está extendiendo el extremismo religioso y el terrorismo asociado. Mientras que unas minorías, generalmente al servicio de poderes externos, viven en la opulencia a costa de la explotación de unos recursos naturales, cuyos principales beneficios van a manos de las transnacionales del petróleo, el gas, el uranio u otros minerales valiosos. Este modelo económico capitalista desregulado consiente la especulación financiera que arruina a millones de personas, y a muchas naciones; un sistema que proporciona incalculables beneficios incluso con los que especulan con los precios de alimentos básicos como el trigo y el arroz por medio de los llamados “futuros”.
Por eso dije al principio que mueren o matan. No nos puede sorprender ninguna de las dos cosas. Ni los que mueren en el mar o en los muros de la vergüenza, ni los que matan con violencia o cometen sangrientos atentados terroristas en el mundo entero. La desesperación conduce a caminos de consecuencias imprevisibles y tantas veces a la tragedia.
Javier Jiménez Olmos
7 de febrero de 2014
¿Podemos cambiar el mundo sin cambiar nuestra forma de «NOMBRAR-LO «?. A ÉL, ese mundo de unos pocos; mejor dicho: el que seguimos creyendo que sólo lo pueden dirigir unos pocos.
No es difícil entender lo que quiero decir, no lo es en absoluto.
«.…no puedo escribir ni leer palabras neutrales” dice Eduardo Galeano. Y me tomo la libertad de hacer mías sus palabras porque creo apasionadamente en ellas.
Y, esta es la cuestión: No son miserables aquellos que deciden dejar su país y buscar otro donde piensan que pueden conseguir una vida mejor.
Javier tu artículo es honesto, pero me pregunto si puede ser eficaz si creemos que «en el otro lado», están los miserables, porque nuestro poderoso mundo de palabras no es ajeno a nuestra forma de mirar; forma parte de nuestro proceso de cognición y está tan estrechamente unido que no vemos su gran capacidad, si no nos tomamos la molestia de ejercer la sospecha: Este poderos mundo de las palabras está construido sobre la mas absoluta desigualdad y esa cuestión tan «aparentemente» simple no conviene tocarla, porque entonces, si que tal vez ocurra la auténtica revolución; la revolución de la DIGNIDAD, la que no se ha dado, porque no interesa, es mejor ser buenos que iguales, es mejor ayudar que compartir, es mejor dirigir que colaborar…
El deseo de Igualdad es la cuestión mas antipática con la que tiene que tratar nuestra acomodada Sociedad; y digo antipática por que quiero ser educada y soy consciente de que no soy justa al nombrarla así,
Miserable es Desdichado, abatido, infeliz, sin valor, sin fuerza. También tiene otras acepciones: Avariento, que escatima en el gasto, mezquino.
también: perverso, abyecto canalla.
Quienes son los MISERABLES???. Los que vienen, NO
El poder del lenguaje es una asignatura pendiente y cada vez tengo mas la certeza de que lo será por mucho tiempo mas. No interesa
un abrazo
helena
Tiene usted razón, en cuanto a las palabras y su significado. En esta ocasión la palabra miserable está dedicada a los que sufren injusticia. Para los otros, los avaros, mezquinos, malvados y perversos, prefiero emplear otra, pero que por razones de educación no mencionaré en este blog.
Muchas gracias por su comentario
Reblogueó esto en Con vistas al mundoy comentado:
Un artículo muy interesante… Os lo recomiendo (especialmente a los de 4º ESO)
Muchas gracias profesora, espero que los alumnos comprendan este grave problema de unas personas que lo único que desean es tener una vida mejor, y comprendan las causas de su éxodo.
Mis respetos para ustedes por describir de una manera poética el problema, pero carente de alternativas de solución y eso sólo es como hablarle al viento, como arar en el mar. La dignidad del ser humano será valorada únicamente cuando comprenda su procedencia, ese homosapiens que sólo ve su entorno y eleva sus ojos a un vasto universo buscando respuestas, cuando debe empezar a verse por dentro. Que analice cual es la praxis de su egoísmo, del porque está en esta bendita tierra. Fuimos diseñados para vivir en armonía, ese sentido de pertenencia no está en las cosas o bienes sino en el rol de su interacción. Sin una verdadera identidad solamente estaremos repitiendo los mismos errores del pasado: construyendo muros y fronteras.-
Maynor Estuardo, muchas gracias por su comentario. La compleja y complicada solución pasa por crear un mundo más justo, en procurar que esas personas no lleguen a la desesperación porque en sus lugares de origen tengan una vida digna y libre. Para que viajen por deseo y no por necesidad. La solución pasa por transformar un sistema económico que explota y expolia. Un saludo
Isabel, una pena, en este sistema el que es útil «tarjeta azul», como tu dices, y a los demás al agua o a los alambres de espino. Muchas gracias por tus comentarios