El último tiroteo masivo en un colegio de Estados Unidos abre de nuevo el debate sobre la seguridad y las armas. Desde los sectores más conservadores estadounidenses se sigue defendiendo que las armas producen mayor seguridad a las personas y a las sociedades a las que pertenecen. Un argumento que a la vista de datos objetivos no resulta tan evidente. Las armas son, sobre todo, un gran negocio para quienes las fabrican y las venden. De ahí su interés en proclamar que la seguridad está ligada a la posesión y empleo de las armas.

En Estados Unidos el negocio de las armas produce enormes beneficios, por eso algunos de los representantes políticos, en parte financiados por los magnates de esas industrias armamentísticas, no se atreven a cambiar las normas legales que protegen su venta sin apenas restricciones. Se amparan en artículos constitucionales, como si las constituciones fueran algo no modificable para adaptarlas a las sociedades actuales. Una excusa para continuar con su gran negocio.

Si la venta de armas ligeras es un gran problema a escala local en Estados Unidos, no lo es menor (incluso es más dramático) la venta de armas pesadas a escala internacional. También Estados Unidos está a la cabeza de ese gran negocio. También a escala internacional interesa trasmitir que la seguridad está ligada a las armas. La historia también nos demuestra que las carreras de armamentos han finalizado en guerras de dimensiones extraordinariamente dramáticas.

La creciente escalada militar como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania parece confirmar la supremacía de las teorías que presentan las armas como mejor garantía de la seguridad. Sin embargo, no deja de ser paradójico que las armas, allá donde entregan o se venden, producen más destrucción y muerte. No deja de ser una incoherencia, a veces plena de cinismo o hipocresía, que allí donde aparecen las armas pueden servir para provocar más violencia (Vietnam, Afganistán, Chechenia, Kosovo, Irak, Libia o Ucrania, son algunos ejemplos).

Si las armas produjeran mayor seguridad, no tendrían lugar las masacres tan frecuentes en Estados Unidos y otros lugares del mundo. Si la cantidad de armas que poseen algunos estados (como Estados Unidos, China o Rusia) fueran garantía de la seguridad mundial podríamos vivir tranquilos y muy seguros. Sin embargo, la realidad es muy distinta porque vivimos con la constante amenaza que algún joven enloquecido dispare a sangre fría a unos niños indefenso, o lo que es peor, que algún no tan joven (¿también enloquecido?) en nombre de la seguridad internacional, decida emplear toda esa violencia acumulada.

Por todo ello, nos atrevemos a debatir y a preguntar: ¿más armas proporcionan mayor seguridad?

Javier Jiménez Olmos

25 de mayo de 2022

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