Hace seis años escribía este artículo https://jjolmos.com/el-modelo-de-estado-a-debate/ que hoy reviso en algunos aspectos. Entonces, escribía mis reflexiones después de escuchar una entrevista a un joven dirigente de un partido de izquierdas en un programa de televisión de gran audiencia. Contestando a una de las preguntas sobre cuál era sus preferencias sobre el modelo de Estado, manifestó que él deseaba una república en la que su presidente fuera un hombre de izquierdas que gobernará como tal. Me imagino que si la pregunta se la hubieran hecho a un representante de la derecha contestaría que su deseo era que ese presidente fuera un hombre de derechas, si se diera el caso de que el sistema español fuera republicano.

Muchos de los jóvenes españoles que vivieron el tardo franquismo y la transición soñaban con una España democrática. Para ellos, esa democracia era idealizada en una república que no era otra cosa que el símbolo de una sociedad más justa y democrática. Esa democracia se ha conseguido y aunque, como casi todo en esta vida es mejorable, hay que valorar los niveles de libertad y bienestar que con ella han alcanzado los españoles.

Y se ha conseguido con un modelo de Estado consensuado. Sí, es verdad, se hicieron muchas concesiones, pero el objetivo de una sociedad democrática se ha logrado. Y se ha conseguido con un modelo de Estado que se aprobó con la Constitución de 1978. En esta Constitución se optó por una monarquía parlamentaria como Jefatura del Estado. Las atribuciones del monarca quedaron definidas y delimitadas en el Título II de esta Carta Magna.

En el ideal de «república», la Jefatura del Estado, el Presidente de la República no representa solo a los suyos, sean de izquierdas o de derechas. El Jefe del Estado representa a todos, sin entrar en intereses partidistas, y en este sentido, es difícil poner en duda la neutralidad de la Corona española desde la implantación del sistema democrático, y por lo demostrado hasta ahora con el actual rey Felipe VI. Podría decirse, por tanto, que tanto Juan Carlos como su hijo han actuado como presidentes de una república.

Sin embargo, puede ser oportuno debatir sobre la inviolabilidad del Jefe del Estado, especificar para que tipo de actos sería inviolable, considerar una inviolabilidad absoluta podría considerarse propio de dictaduras o de teocracias. El Rey o la Reina, si es que la Institución perdura, o el Presidente de la República si fuera el futuro modelo, deben estar sujetos al control de todas sus actividades y responder ante la justicia cuando no actué de acuerdo con la legalidad vigente, como cualquier otro ciudadano. Nadie en un Estado de Derecho debería gozar del privilegio de la inviolabilidad absoluta.

Durante su reinado Juan Carlos I parece haber actuado de acuerdo con lo establecido en el referido Título mientras por la vía judicial no se demuestre lo contrario, también la presunción de inocencia debe ser un derecho de todos los ciudadanos. Durante su cargo al frente de la Jefatura del Estado se han alternado gobiernos conservadores y progresistas (derechas o izquierdas, si así lo queremos denominar) se han celebrado elecciones libres, y se han alcanzado cotas de libertad y bienestar nunca conseguidas en la historia de España. No obstante, las informaciones que van apareciendo de presuntas irregularidades financieras del Rey Emérito, de demostrarse ciertas, podrían empañar un reinado considerado en su conjunto muy bien valorado.

El monarca, como ser humano, ha cometido errores, por los que ha sufrido las críticas de los españoles y por los que ha tenido que disculparse en alguna ocasión que fue descubierto in fraganti. No obstante, de demostrarse, a través de la intervención de la Justicia, que Juan Carlos I ha abusado de su cargo para enriquecerse ilegítimamente sería un asunto demasiado grave, que afectaría no solo al prestigio de la Corona sino al de la democracia española. Un asunto que en el que la Justicia tendrá la última palabra.

Es legítimo debatir y pedir cambios en el sistema constitucional español. Pero en este momento puede que no sea prioritario ni conveniente abrir un debate monarquía-república en una sociedad ya bastante polarizada políticamente. Hay otras preocupaciones más urgentes: la primera y más decisiva e importante solucionar la crisis provocada por la pandemia del covid-19, que trae como consecuencia más paro, aumento de la desigualdad, y pobreza. A una crisis sanitaria y económica como la actual sumarle una crisis política sobre el modelo de Estado podría provocar una inestabilidad que no ayudaría seguramente a resolver los graves problemas económicos a los que se enfrenta España.

Saltar a portada y a la calle las presuntas irregularidades de Juan Carlos I puede estar sirviendo para cubrir u olvidar problemas que no admiten demora, y esto podría ser un gran error. Desde luego que no hay que desestimar la gravedad de los hechos (si los hubiere) y hay que exigir responsabilidades, pero habrá que hacerlo con responsabilidad para no acentuar la situación provocada por la pandemia.

En cuanto al modelo de Estado, no existe ninguna evidencia científica que demuestre que los habitantes de una nación vivan mejor si tienen un sistema monárquico o republicano. Algunos países con los más altos niveles de desarrollo humano tienen monarquías constitucionales (Dinamarca, Noruega, Suecia, Holanda, Reino Unido), aunque otros, también con gran desarrollo, son repúblicas (Estados Unidos, Alemania, Italia, Finlandia).

Lo fundamental es que exista un nivel de desarrollo que permita gozar de una democracia plena, basada en una justa distribución de la riqueza que permita a todas las personas que habitan en un territorio, nación, país o como queramos llamarle, puedan gozar de una vida digna en paz y libertad. Y eso dependerá de los gobernantes y de todas las personas que lo habiten, independientemente del modelo de Estado.

Aprovechar las presuntas irregularidades (o delitos) del anterior Jefe del Estado para cuestionar el modelo monárquico sería como discutir en una república ese sistema porque el presidente de la misma hubiera faltado a su deber como tal y como ciudadano (pongamos el caso de Estados Unidos con Nixon o con Trump ahora). Lo que se necesita en la Jefatura del Estado (sea monarquía o república) o cualquier institución del Estado es mucha transparencia y control parlamentario.

En la monarquía parlamentaria el Jefe del Estado (Rey o Reina) no gobierna, la responsabilidad de gobernar es del Gobierno, y todas las decisiones del monarca (¡incluso la abdicación!) pasan por el Parlamento. No sabemos cuáles serían las atribuciones del Presidente de la República, porque en este debate sobre el modelo de Estado no se explica que modelo de república se adoptaría (modelo representativo o presidencialista; elegido por todos los españoles o a través del Parlamento, entre otras opciones)

Hubo un tiempo en el que la monarquía española se alió con la dictadura de Primo de Rivera, en aquel tiempo para una parte de los españoles monarquía equivalía a dictadura y república a democracia. Esa concepción dictatorial de la monarquía ha desaparecido con la Constitución del 78. No obstante, también es compresible que en pleno siglo XXI se ponga en tela de juicio la ascensión a la Jefatura del Estado por un sistema hereditario, máxime cuando se da preferencia al varón sobre la mujer.

Ningún demócrata puede discutir el derecho a la libertad de expresión y a presentar propuestas de cambio, pero los argumentos deben ser muy bien estudiados y explicados. No obstante, ningún Estado de los mencionados como más desarrollados, han modificado su modelo desde hace siglos. ¿Es oportuno plantear un debate sobre el modelo de Estado en España? ¿Es necesario? ¿Es conveniente? ¿Sería una república la solución a los problemas sociales y económicos que afronta España?

Los cambios precipitados, sin una hoja de ruta definida, sin un plan detallado, consensuado y refrendado por la ciudadanía pueden conducir a fracasos estrepitosos.

Javier Jiménez Olmos

22 de julio de 2020

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