Aunque este blog está dedicado preferentemente a tratar asuntos relacionados con seguridad internacional, ciertos aspectos de la actualidad nacional llevan a reflexionar sobre una duda que arrastro desde hace muchos años. Sin más pretensiones que intentar aclarar esa duda, publico este artículo:
Intento hacer algunas reflexiones sobre la compatibilidad del nacionalismo y el izquierdismo.
El nacionalismo es una concepción romántica de un territorio geográfico, que idealiza su cultura, sus tradiciones y sus gentes, que son por lo general miembros de la misma etnia, religión o cultura. Es integrador para los que comulgan con la idea nacionalista, sin embargo es excluyente, y a veces agresivo, contra los que no la comparten.
El nacionalismo, como sentimiento, como emoción, es desinteresado, pero como suele suceder con la religión es utilizado como arma cuando interesa para defender privilegios o buscar ventajas.
El izquierdismo, en su estado puro, es también idealista, pero a diferencia del nacionalismo, su ámbito no esta limitado por la geografía, ni por la religión o cultura, ni por las razas.
El izquierdismo es internacionalista, es revolucionario y poco defensor de privilegios étnicos, culturales o religiosos. Es integrador en el sentido solidario y excluyente, y agresivo, históricamente hablando. La lucha de clases es en claro ejemplo.
Por eso, cuando desde determinadas posiciones de izquierda se defiende el nacionalismo como prioridad indiscutible, es muy difícil de comprender la unificación de esas dos concepciones ideológicas.
Desde una posición pura de izquierdas, la solidaridad debería ser más importante que el patriotismo. Para decirlo claramente, para un izquierdista puro del Prat de Llobregat (Barcelona) sería más importante defender a un minero de La Unión (Murcia) que a un banquero de Reus.
Por eso, yo no lo entiendo muy bien, si hay que decidir entre una cosa u otra o se es nacionalista o se es de izquierdas, no todo a la vez. Y si no que alguien me lo explique (soy consciente de la provocación, queda abierto el debate)
Javier Jiménez Olmos
11 de enero de 2016
puesssssssssssss, uf, pienso que el nacionalismo, como sentimiento romántico que es, funciona como una buena herramienta para gente como los aragoneses, que no somos muy dados al «chovinismo» y necesitaríamos un poquer más. Pero priorizar un sentimiento «primario» y convertirlo en «causa primera» frente a luchas internacionales en pro del bienestar de la humanidad y de sus derechos fundamentales, me recuerda a comportamientos «nazionalistas» que a lo largo de la historia hay y ha habido (y en todos los continentes) y que, en el fondo, proclaman la supremacía de unos sobre otros. Así que …, malamente lo veo como prioridad de la izquierda.
La izquierda como utopía, (difícil de alcanzar, pero posible), es el ideal que lleva a aunar esfuerzos para alcanzar la fraternidad humana. No pone fronteras. No acepta privilegios. Lucha para eliminar toda frontera que separe a los humanos unos de otros Tiende a la aplicación del artículo 1º de la DUDH «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Es la lucha permanente contra las injusticias que surgen inevitablemente, por el egoísmo, la avaricia, el acaparamiento de tierras y bienes. Lucha por la igualdad de condiciones en la enseñanza, en la sanidad, en el alcance de la cultura, del arte ……………………..NO puede ser nacionalista, (ni en regionalismos ni en nacionalismos, no utiliza el poder ni la religión……………………..)
“Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía moral”
― José Ortega y Gasset
“Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía moral”
― José Ortega y Gasset 😉
«Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía Moral.
― José Ortega y Gasset: «La Rebelión de las Masas»; Prólogo para Franceses. (1937)
Trataré de responder, de forma lo menos imbécil posible, a José Ortega y Gasset con palabras de José Ortega y Gasset.
«El h. busca una orientación radical en su situación. Pero esto supone que la situación del h.-esto es, su vida-consiste en una radical desorientación. No, pues, que el h. dentro de su vida, se encuentre desorientado parcialmente en este o el otro orden, en sus negocios o en su caminar por un paisaje, o en la política. El que se desorienta en el campo busca un plano o la brújula, o pregunta a un transeúnte y esto le basta para orientarse. Pero nuestra definición presupone una desorientación total, radical; es decir, no que al h. le acontezca desorientarse, perder en su vida, sino que, por lo visto, la situación del h., la vida, es desorientación, es estar perdido- «
Yo no voy a usar ciertos textos, porque no entiendo que quieren decir. Y para ser breve y conciso diré que pienso que el nacionalismo puede venir de la injusticia o del egoísmo. Me gustaría saber cuantos territorios se quieren independizar siendo pobres, de otros más ricos… (Irlanda podría ser uno de ellos).
La izquierda, por supuesto, es solidaridad en su mayor parte e igualdad en derechos, poco que ver con los nacionalismos que adoctrinan a la sociedad desde niños, en la gran injusticia que sufren, para después preguntarles de mayores qué piensan.
El nacionalismo es irracional y no tendría que tener cabida en una sociedad progresista. La paradoja de las izquierdas nacionalistas que podemos ver en nuestro país viene de una salida pueril. Ya que conseguir los logros de la izquierda es cada vez más difícil, ciñámonos a un contexto más manejable, una pequeña porción de tierra. Y así se crea un enemigo fácil contra el que combatir (el supuesto estado opresor de los pueblos). Es un atajo falso y torpe que nos lleva a las consignas fáciles y a las revoluciones de juguete. Los nacionalistas de izquierda en España consideran más fácil la creación de un micro-estado «revolucionario» que la lucha por unos objetivos de igualdad en un entorno más extenso. Se acomodan en el odio al enemigo externo y le hacen el caldo gordo a los intereses de los poderosos de su lugar. Y te hablan de pueblos oprimidos y de identidades y culturas ancestrales y de mil mandangas y tonterías que nada tienen que ver con la verdadera lucha por la justicia y la igualdad.
Y, mientras tanto, el resto de la izquierda cae en el complejo absurdo y se muestra comprensiva con este disparate y entonces empezamos a hablar del derecho de los pueblos (¿qué coño son los pueblos? ¿dónde empiezan y dónde acaban?) en lugar de hablar de ciudadanos, de sus derechos y deberes que es lo que de verdad nos debería interesar.