Ante la crisis económica y social, consecuencia de la pandemia sanitaria del covid 19, que va a asolar España, Europa y la mayor parte de la humanidad, el debate ideológico (o interesado) de cómo resolver el conflicto se centra en los modelos de actuación. Sin embargo, no hay recetas mágicas, es una situación nueva en la que no hay protocolos establecidos. No ha habido una guerra, ni tan siquiera un colapso financiero como el del 2008. La economía ha caído bruscamente por una paralización del sistema debido a una enfermedad. Sin embargo, es conveniente, aunque solo sea para despertar la imaginación de los líderes y las gentes en general, recordar de qué manera se abordaron situaciones de emergencia en tiempos pasados. Aprender del equilibrio, aprender que los dogmas y la ortodoxia no siempre resuelven los problemas.

En un artículo anterior les hable del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En esta breve reflexión les expondré cómo Europa alcanzó unas cotas de bienestar como nunca se había conseguido en la historia de la humanidad. Fue el fruto del acuerdo y la cooperación, sin duda. ¿Será el modelo capitalista capaz de resolver esta nueva crisis y proporcionar el bienestar necesario a la ciudadanía?

El capitalismo se basa en la ley de oferta y demanda, en el equilibrio del “mercado”. La existencia de compradores y vendedores es indispensable para el funcionamiento del mercado. Pero esa balanza se descompensa cuando las necesidades individuales se subordinan a la obtención del beneficio, y cuando la racionalización de la producción se transforma en elemento exclusivo para producir ganancias, que no se distribuyen de un modo equitativo.

Las sociedades occidentales, autodenominadas democráticas, o sociedades libres, han optado mayoritariamente por el modelo capitalistas, con ligeras variantes entre ellas. De manera que el concepto de democracia se ha unido al de capitalismo. Y es entonces, surge la pregunta ¿qué es la democracia?

Parece que la democracia se reduce a un modelo de convivencia en el que diferentes opciones políticas concurren a unas elecciones, a las que se presentan unos candidatos que ofertan una serie de programas para resolver los problemas de la ciudadanía y mejorar sus condiciones de vida. Es decir, algo propio del capitalismo, elegir como si de un mercado se tratara entre las diferentes opciones que se presentan.

Sin embargo, la democracia vista desde esa manera reduccionista es incompleta. La democracia no es solo un acto de ir a votar y delegar por un periodo de tiempo la gestión de lo público y lo privado. La democracia es limitada si solo se participa por delegación. La democracia implica compromiso individual y colectivo constante. Y la democracia requiere de justicia social, de que los ciudadanos disfruten de la libertad que les proporciona un estado de bienestar”.

Desde las posiciones ortodoxas marxistas y neoliberales se defiende un modelo de democracia que lleva implícita un desequilibrio provocado por la imposición igualitaria en un caso y por el individualismo sin límites en el otro. Por eso, es conveniente revisar algunos momentos de la historia donde la polarización extrema condujo a enfrentamientos que solo sirvieron para provocar conflictos nacionales e internacionales de enormes consecuencias dramáticas para la humanidad.

Ante el temor de revoluciones de corte socialista radical, el autoritario conservador Otto von Bismark introdujo en Alemania a partir de 1873 medidas en favor de las clases trabajadoras: los seguros obligatorios, los de accidentes, invalidez y vejez. Fue una manera de detener los procesos revolucionarios. La Constitución alemana de Weimar incluyó las bases para un estado de bienestar, a saber:  una redistribución justa de la riqueza; los valores de dignidad, libertad, justicia y paz; y definir el trabajo como un derecho moral y no una mercancía. Esa relación del estado de bienestar con la justicia social, se recoge en la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El estado de bienestar se construye con los cimientos del empleo que permita llevar una vida digna y el desarrollo humano que conlleva. Según Keynes, el paro es principal problema a resolver para desarrollar sociedades del bienestar: el empleo es condición necesaria para la construcción del estado de bienestar.

Los pilares del estado de bienestar son: la gratuidad de la educación y los servicios de salud; los subsidios por desempleo; las pensiones de jubilación y por enfermedad; las ayudas para conseguir una vivienda digna; y las subvenciones para la actividad económica (entre otras).

En resumen, el estado de bienestar es aquel que, respetando la libertad individual, contribuye al desarrollo humano en su totalidad, muy especialmente de los más desfavorecidos o de los que en un momento determinado necesitan ayuda. 

En plena Segunda Guerra Mundial, Willian Beveridge, en 1942, elaboró un informe en el que expresaba los defectos del sistema británico de seguridad social, de las deficiencias del sistema sanitario y de la situación precaria no solo de trabajadores asalariados sino de los autónomos. El informe contenía una serie de propuestas: 1) la seguridad social debería ser universal y garantizar los ingresos suficientes, incluso cuando los ciudadanos perdieran el empleo o causaran baja por enfermedad o accidente. 2) Las aportaciones a la seguridad social serán obligatorias por parte de beneficiarios y empresarios.

Beveridge era un liberal conservador capaz de negociar con los empresarios para convencerles de que su seguridad dependía de las concesiones a los trabajadores.  Wiston Churchill, Primer Ministro del Reino Unido en aquellos momentos, no pareció estar muy convencido de las propuestas del informe Beveridge. En cambio, el laborista, entonces en la oposición, Clemente Attlee, asumió como suyas las propuestas de ese informe. Puede que el programa laborista que recogía los postulados de Beveridge fuera decisivo para derrotar en las elecciones de la primavera de 1945 a Churchill, a pesar de que este los hubiera conducido a la victoria sobre los nazis en Europa.

El modelo británico del estado de bienestar se consolida con un segundo informe de Beveridge, publicado en 1944, en el que se sientan las base para la reconstrucción de Europa tras la contienda mundial. Este nuevo informe se titulaba “Pleno empleo en una sociedad libre”, y como su nombre indica el objetivo prioritario era conseguir el pleno empleo. Beveridge considera que la iniciativa privada y el mercado son compatibles con la intervención del Estado, aunque expone que en tiempos de crisis la libertad y la inversión privada deben subordinarse al interés general.

Las políticas seguidas por los diferentes gobiernos británicos, hasta la llegada de Margaret Thacher en 1979, fueron una combinación de conservadurismo liberal (no es contrasentido) y laborismo (socialdemocracia). Una alternancia práctica que condujo a una estabilidad social, con el resultado de un más que aceptable estado de bienestar. (¿A contribuido el neolibelarismo de Thacher a la decadencia del estado de bienestar?)

Después del desastre y la derrota en la guerra mundial, Alemania también caminó por la senda del acuerdo para la consecución de un estado de bienestar. Así, Ludwig Erhard, Ministro de Economía del gobierno del demócrata cristiano Conrad Adenauer optó por un modelo similar al británico, para definirlo como “economía social de mercado”. También Alemania consiguió cotas altísimas de bienestar con la alternancia de cristianodemócratas y socialdemócratas. Aunque en ambos casos, no cabe duda, la decisiva contribución del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa.

La cuestión fundamental en estos momentos de la historia, en lo que se refiere a minimizar los efectos económicos y sociales provocados por la pandemia del covid 19, es qué modelo seguir para salir de la crisis. ¿Son el mercado y la iniciativa privada capaces de solucionar la actual depresión económica? ¿Deben intervenir el Estado y los organismos internacionales para abordarla?

Los Estados que han desarrollado en mayor medida el estado de bienestar, son los que disfrutan de una mayor seguridad humana, que se define como aquella que es capaz de garantizar al individuo poder desarrollarse como persona, es decir de gozar de libertad y bienestar suficiente para poder tener cubiertas todas sus necesidades fundamentales y desarrollar todas sus capacidades.

Tal vez se podrían aprender algunas lecciones de la historia. Es posible salir de las profundas crisis con la cooperación. La historia nos enseña que la polarización ideológica solo conduce al odio y a la confrontación. En los momentos críticos de la historia se necesitan líderes capaces de tender puentes, de ser flexibles, de llegar a acuerdos. Ahora, como después de la Segunda Guerra Mundial, es el momento de la unidad de acción para salir de la crisis. Es la hora de las políticas que conduzcan a la recuperación total del estado de bienestar.

Javier Jiménez Olmos

16 de mayo de 2020

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