Confieso que siempre he tomado con mucha precaución los ardores patrióticos. Después de los atentados en París, el pasado 13 de noviembre (2015), las banderas vuelven a ondear con fuerza y todos cantan la Marsellesa. Tampoco me han gustado las adhesiones inquebrantables e incondicionales. En momentos de crisis prefiero la serenidad.
Aunque lleno de dolor por la muerte injusta e innecesaria de seres humanos, ante el terror de una barbarie como los atentados de París no se puede permanecer impasible, prefiero analizar todo lo sucedido y buscar las causas como manera principal de que no vuelva a suceder.
Todos somos París se dice estos días, y es cierto, las personas de buena voluntad así expresan su solidaridad con las víctimas y se manifiestan contra la barbarie. Pero al mismo tiempo pienso, ¿cuántos de nosotros nos sentimos Bagdad, Kabul, Islamabad, Damasco o Bamako? ¿Cuántos conocemos las banderas de esos países? ¿Quién de nosotros sabe entonar el himno de esos estados? Allí también muere gente cada día, víctimas inocentes de la atrocidad, de la sin razón.
Es lógico por otra parte, esta vez han atacado a nuestra cultura, a nuestros vecinos, a nuestros amigos, nos han tocado muy cerca. Han conseguido provocar el miedo y herir el orgullo civilizatorio y como consecuencia han provocado reacciones emocionales. Han logrado que se les declare la guerra – lo que más deseaban los terroristas para legitimar sus atrocidades- han despertado dormidos sentimientos patrióticos para luchar contra el enemigo.
La patria, concepto de definición difícil, de acepción poco unánime. Generalmente, los que hablan mucho de patriotismo suelen atribuirse de manera exclusiva y excluyente el concepto de Patria. Es patriota el que está conmigo, el que ve la patria como yo la veo, caso contrario eres antipatriota, o lo que es peor eres un traidor a la patria.
Estos patriotas no suelen pensar en la parte fundamental de la patria, que no es otra que las personas. Y las personas son libres, al menos de pensar, y por lo tanto pueden pensar de la patria lo que quieran.
En estos días de tanto patriotismo y ardor guerrero de algunos dirigentes políticos, alentados desde algunos medios de comunicación y apoyados por determinados partidos políticos, (afortunadamente, no está sucediendo en España) llaman a la guerra para defender a la patria.
No me gustan tampoco las letras de los himnos nacionales, la mayoría de ellas incitan, ensalzan o recuerdan la violencia –Marsellesa incluida, invito a leer su letra- Prefiero escucharlos sin letra, como el español. Para honrar a los muertos y construir la paz prefiero el respetuoso silencio –una oración si eres creyente-
Prefiero que actúen los servicios de seguridad de los Estados y la Justicia, y si debieran hacerlo las fuerzas armadas que lo hagan de acuerdo con la legalidad internacional y el respeto a los derechos humanos.
Prefiero trabajar para la educación en la diversidad, sobre todo las de las nuevas generaciones para que sepan crecer en el respeto y la tolerancia.
Prefiero contribuir en los medios de comunicación (como este modesto blog) a difundir mensajes positivos de convivencia.
Prefiero dedicar mi empeño a la integración (no imposición) de todas aquellas personas que por diferentes razones deseen compartir su vida dentro de nuestra (también suya) sociedad.
Y prefiero esforzarme para salvar esas brechas que conducen a la violencia desde el análisis de las causas del conflicto y las propuestas basadas en la integración, el diálogo y la ayuda al desarrollo.
Javier Jiménez Olmos
22 de noviembre de 2015
Manuel Azaña, persona a la que admiro, gran patriota, entendía la patria como «nuestra cualidad de hombres libres», asociación de hombres libres que viven bajo una única ley. Y es esa patria, es esa libertad e igualdad, la que toca defender.
Rogelio, gracias por aportar esta definición de ese gran político y estadista que fue Azaña.
En una línea que comparte la filosofía de fondo del post:
«El escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald afirmaba que una prueba de inteligencia es la capacidad para retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a hacer que sean de otro modo. El miedo y la incertidumbre no deberían hacernos desertar de nuestras convicciones, ni de los valores que la cultura occidental aporta al patrimonio de la humanidad. La defensa legítima, frente a la amenaza de la sin razón y el terror, es un derecho de cualquier sociedad civilizada, de cualquier individuo. Pero la defensa de los inocentes y la protección de las víctimas también son deberes morales irrenunciables de los ciudadanos libres que intentan vivir al amparo de la Ley en cualquier Estado de Derecho. Es una responsabilidad común proveer todos los recursos posibles y disponibles –incluidos los alternativos o complementarios- para la consecución de ese fin.»
http://alenmediagroup.blogspot.com.es/2015/11/tic-y-mediacion-en-escenarios-de-crisis.html
Estimado y respetado Javier, como siempre, excelente artículo y reflexión. Ojalá todos los dirigentes europeos y mundiales tuvieran la capacidad de reflexionar seriamente y desde el lado más positivo, antes de emprender acciones que, si acaso, podrán intentar amedrentar al «enemigo» pero no reconducirlo. Si bien, tampoco se me ocurren fórmulas para ello. Quizá la raza humana ha perdido parte de su buen hacer y buena voluntad así como la esperanza de que lo malo pueda tornarse en bueno…
Lo que sucede en este mismo momento lo explica aquí la congresista Tulsi Gabbard en CNN.
https://www.youtube.com/watch?v=u7Q8X60KQ9Q
Así llevamos desde hace 14 años y en Siria 4.
Las guerras, son Keynesianas.
La historia más reciente se explica aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=bYmMwOuPHGw
———————–
Por otra parte, sobre el tema de fondo que suscita Javier, se debe hacer notar que, por ejemplo, el 22% de los musulmanes residentes en UK, simpatizan con el EI.
Este es el número de los que no tienen problema en decírselo al entrevistador.
Todos sabemos que la realidad es peor que el 22% porque España tiene experiencia del Terrorismo y de los Silencios Cómplices de los «Recogenueces». Los equidistantes comprensivos. Los que nunca verás tras una pancarta encabezando una manifestación de duelo tras un atentado. Atentados que son mucho peores en los propios países musulmanes que no nos preocupan lo más mínimo o que, incluso, fomentamos nosotros para cambiar gobiernos.
En Europa residen oficialmente 40 millones de musulmanes. Muchísimos millones en Comunidades cerradas por ellos mismos, sin ninguna voluntad de Integrarse y financiados por el Salafismo para Comenzar a Imponer políticamente la Sharía.
Hoy Bélgica está cerrada por miedo de un barrio en el cual no entra la Policía desde hace años. Un barrio Subvencionado a tope.
Por otra parte es evidente que las élites que dirigen Europa, –vaya usted a saber desde dónde–, llevan muchos años subvencionando la Islamización del continente y tratando de reprimir las voces que se alzan en contra.
La cosa llega al punto de que, en una reciente encuesta de Le Figaro, el 89% de los encuestados declaraba estar de acuerdo con la política –contraria a la inmigración masiva– del presidente húngaro Orban.
Es evidente que nada puede sostenerse políticamente gobernando contra tu propia opinión pública como está sucediendo en Europa.
El enfrentamiento civil sobre este asunto está a punto de llegar a las élites y de hecho estas ya están enfrentadas entre «Anglos» y «Carolingios». Curiosamente nuestra izquierda se ubica en el lado «Anglo».
El resultado es que –Eurostat– En los 28 países europeos la Ciudadanía Suspende nuestro Sistema Político (3.5 sobre 10).
Tenemos un grave problema. Un problema complejo. Que no se puede resolver ni desde el Buen Rollismo que lo impulsa, ni desde la simplificación apresurada.
Saludos