En la era del saber popular, que no de la sabiduría, cualquiera puede opinar de cualquier asunto sin más argumento que el de su particular manera de percibirlo y sentirlo, percepción y sentimiento al amparo de su libertad de expresión. Por supuesto, con todo el derecho del mundo.

Este saber popular, que no sabiduría, se alimenta de fuentes mediáticas, redes sociales u otros medios de comunicación social. Lo importante, lo decisivo, sería discernir entre las informaciones rigurosas, documentadas y argumentadas, de aquellas otras que obedecen a intereses ligados al “negocio” económico o político sectario.

“Los del negocio” y “los de la política sectaria” saben muy bien que apelar a las emociones garantiza las ventas de sus productos. “Los del negocio económico y financiero” saben utilizar a los “títeres políticos” para que sean estos los que transmitan esas emociones que distraigan de las auténticas preocupaciones de cada persona.

Los “pobres electores” secuestrados, abducidos, alienados por brillantes verborreas que satisfagan sus prejuicios, y afinidades o animadversiones. ¿Y dónde queda el conocimiento científico, la sabiduría? ¿Dónde queda el racionamiento de la metodología científica?

…eso queda para “cuatro pedantes” a los que nadie lee ni escucha.

El populismo se alimenta de la irreflexión.

El conocimiento científico y la sabiduría son cosa de intelectuales ¿y para qué sirven? (dicho con ironía, por si no se entiende)

Javier Jiménez Olmos

21 de junio de 2022

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