Los acontecimientos de las últimas fechas en Cataluña me llevan  a preguntarme sobre los conceptos de libertad, violencia y democracia.

Primero, la libertad de expresión es uno de los pilares de las democracias. En nombre de la libertad de expresión ¿se puede coartar la del qué no piensa como tú o informa cómo a ti no te gusta?

Segundo, la libertad de manifestación es fundamental en democracia: ¿cuál es el límite cuando la libertad de manifestarte impide desarrollar con plena libertad las actividades diarias de los demás?

Tercero, ¿la libertad para reivindicar causas, por muy justas que sean, otorga el derecho a destruir bienes comunes y provocar el temor a las personas que no quieren participar de los alborotos?

Cuarto, ¿si la seguridad humana es primordial para preservar la libertad de los ciudadanos en los estados democráticos, por qué no se apoyan las actuaciones de las fuerzas de seguridad institucionales cuando defiende esa seguridad humana?

Quinto, ¿es una manifestación pacífica la que corta carreteras, impide la salida de trenes o colapsa los aeropuertos? ¿Y qué sucede con la paz de los que tienen que trabajar, acudir al médico, cuidar a un familiar enfermo, abrir su negocio, queman su coche o simplemente quieren pasear tranquilamente?

Sexto, si la violencia física casi siempre viene precedida de la violencia verbal ¿son pacíficos aquellos políticos, periodistas o líderes sociales que con su violencia verbal incitan, justifican y jalean la violencia?

Estos días observo con cierta tristeza lo que, a mi juicio, es una deformación conceptual de la democracia. Democracia y orden son compatibles cuando el orden se establece por leyes democráticas. Más aún, sin ese orden democrático no hay libertad nada más que para aquellos que tratan de imponerse por la fuerza.

Y también compruebo con inquietud como se confunde un movimiento pacífico con una protesta violenta. Los demócratas auténticos saben cuál es límite de su libertad y siempre son respetuosos con el que piensa diferente.

Esos grupos que imponen sus postulados mediante la fuerza represora de sus protestas violentas quedan deslegitimados para liderar cualquier causa por muy noble que sea. Y pobres de aquellos que se someten y dejan obtener el poder a los violentos. La historia demuestra que los que llegan a alcanzar el poder mediante la violencia son los más crueles represores.

La paz es la salud de la sociedad, y como la salud se echa en falta cuando no se tiene. La paz, como la salud, conviene preservarla; y a veces hay que emplear las medicinas que proporciona el Estado de Derecho.

La paz y el orden democrático son un derecho, tan grande como la libertad, porque sin ellos no hay libertad.

Javier Jiménez Olmos

18 de octubre de 2019

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