Estos días de tanto desasosiego, como consecuencia de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils, quisiera compartir algunas reflexiones personales.
Los atentados terroristas, como cualquier otro tipo de violencia, alteran siempre nuestra vida y nuestras emociones. Nadie con un mínimo de sensibilidad humana permanece impasible ante la injusticia de la violencia de unos seres humanos contra otros.
Lo primero y principal es pensar en las víctimas directas, los fallecidos y los heridos, en sus familias y amigos. Pero la barbarie no acaba en ellos, los ideólogos del terrorismo lo saben muy bien, sus planes no terminan con los muertos y heridos, saben que van a producir miedo y desestabilización, y lo hacen a través de una propaganda de la que inocentemente muchos participan.
Los ideólogos del terrorismo saben que la emotividad producirá reacciones irreflexivas que contribuirán a la espiral del odio. Todos comenzamos ser víctimas, no de la violencia directa sino de nuestra violencia interna, de nuestros deseos de venganza, de nuestro rechazo al diferente, al que, injustamente, identificamos con el mal. También son víctimas las personas de la misma comunidad a la que pertenecen los asesinos, se siente culpabilizados y estigmatizados.
Las redes sociales se han convertido en transmisoras de mensajes xenófobos, racistas e islamófobos. Es posible que algunas personas que los difunden lo hagan de una manera irreflexiva, llevados por la emotividad del momento que desata pensamientos que no se tendrían en circunstancias normales o quizás se dejen influenciar por los manipuladores que sí saben muy bien lo que pretenden. Para ello conviene analizar la procedencia e intención de los mensajes que recibimos.
Ante tanta barbaridad que he escuchado y leído estos días me “rebelo democráticamente” y expongo estas mis ideas:
- No utilizar a las víctimas para intereses partidistas políticos o de otro tipo, es injusto y perverso. Es vergonzoso aprovecharse de las víctimas para manifestar reivindicaciones sectarias o insultar a los que no apoyan esas reivindicaciones.
- Confiar en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (aquí incluyo a las policías autonómicas y locales). Criticar sus actuaciones en estos momentos es dar ventaja a los terroristas.
- La seguridad, y menos la ligada al terrorismo, no se puede discutir en público (radio, TV u otros medios). Es un asunto del que dependen vidas humanas y debe ser tratado por expertos profesionales. No es asunto para espectáculos o primicias informativas.
- Finalizadas todas las investigaciones, por los cauces democráticos establecidos por la legalidad vigente, sí se deberán hacer públicos las conclusiones y las enseñanzas aprendidas (siempre que esta no vayan a servir para que los terroristas también puedan aprender).
- Una vez se dispongan las conclusiones definitivas, sí será el momento de exigir responsabilidades, si fuera el caso, por las negligencias o fallos procedimentales.
- La libertad que nos proporciona nuestra democracia es sobre todo un acto de responsabilidad, y la responsabilidad de los demócratas es no hacer el juego al terrorismo con prejuicios o valoraciones sectarias.
- En resumen, prudencia y paciencia. Los fenómenos complejos, como el terrorista, requieren de un análisis sereno para resolverlos. No hay soluciones fáciles y menos inmediatas.
Javier Jiménez Olmos
29 de agosto 2017
Muy bien