Escrito por

JESÚS MARÍA ALEMANY

(Presidente de honor y fundador del Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza)

Publicado en Puntos de vista: Heraldo de Aragón Domingo 14 de junio 2020

“Silencien las armas, detengan la artillería, pongan fin a los ataques aéreos. La agresividad del virus ilustra la locura de la guerra. Por eso, hoy pido un alto al fuego mundial inmediato en todos los rincones del mundo…es hora de centrarnos juntos en la verdadera lucha de nuestra vida”.  El Secretario General de la ONU, António Gutierres, no ha tenido mucho éxito en esta llamada apremiante que hizo el 23 de marzo. No menos insistente ha sido la voz de la población española para que los partidos  políticos dejaran sus ataques broncos y su agresividad para afrontar la mayor emergencia mundial del siglo. ¿Con qué éxito? Escaso, para nuestro asombro.

En la investigación para la paz trabajamos con los conceptos de Galtung sobre conflictos. La violencia directa, como la guerra, es sólo un vértice en un triángulo que comprende también la violencia estructural, desigualdades por ejemplo, y la violencia cultural, el lenguaje y la ideología. Cada forma de violencia tiende a extenderse a las otros dos, comience por una u otra.  La violencia en el lenguaje y la violencia estructural e injusticia tienden a trasformarse en violencia directa. De ahí la importancia ahora de una escalada verbal o de las desigualdades sociales cuando todos juntos tenemos que afrontar la pandemia como inesperada amenaza del siglo. No entiendo humanamente que se pueda instrumentalizar esa pandemia para fines partidistas o interesados mientras nos distraemos de las tareas urgentes que nos esperan a todos.

No soy político de partido ni médico epidemiólogo. Por eso no debo juzgar profesionalmente al ministro de Sanidad Salvador Illa ni al doctor Fernando Simón, que han sido el rostro visible en la lucha contra la Covid-19. Salvador Illa no es un teórico de la política ni un médico, más bien es un filósofo catalán, master en economía y alcalde, ahora al frente de un escuálido ministerio de Sanidad. Fernando Simón es un médico epidemiólogo zaragozano designado Director del Centro de Emergencias por un gobierno del PP. Ambos se han encontrado además de la tragedia humana con una presión política implacable.

Seguro que han comentido errores ante un virus desconocido hasta por los científicos. Pero han dado la cara en todo momento con un tono educado, templado, sin palabras fuertes, con empatía y discreción, con pedagogía. Confieso que esto lo aprecio en un momento de griterío casi insoportable. Les expreso mi gratitud como ciudadano y como veterano estudioso de una cultura de paz. La gratitud es un reconocimiento hacia quienes están asumiendo angustias y cansancio acumulados sin gesticulación. Por lo mismo que aplaudimos al personal sanitario y a quienes hacen posible nuestra vida cotidiana en horas críticas.

* Normalmente solo publico en mi blog los artículos que yo mismo escribo, este lo he incluido con el consentimiento de su autor por considerarlos de sumo interés para el fomento de la cultura de paz.

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