Introducción

El conflicto en la frontera de Ucrania está ocupando los titulares de la actualidad y constituye la principal preocupación internacional desde el punto de vista de la seguridad y también de las repercusiones económicas. El conflicto que mantiene en tensión a la comunidad internacional, y principalmente a Europa, no es fruto de problemas surgidos recientemente. Como todos los conflictos, como todas las guerras, tienen su origen en tiempos pretéritos. Habría que remontarse muy al pasado para ver el origen de esta crisis en Ucrania.

Desde el nacimiento de Ucrania como Estado independiente hasta nuestros días hay una serie de acontecimientos históricos que se han ido acumulando hasta conformar el conflicto actual. Pero, puede que el más decisivo haya sido el desmantelamiento de la Unión Soviética y su desmembración en Estados independientes como Ucrania. Ese colapso del imperio soviético dio lugar, no solo a unas crisis de poder económico, ideológico y militar, sino también a la percepción por parte de la población rusa, que era hegemónica en ese imperio, de un sentimiento de pérdida de identidad nacional y de humillación.

El comunismo real que representaba el régimen soviético fue arrollado por el capitalismo capitaneado por Estados Unidos, apoyado por su inmenso poder militar al que se añadía una alianza político-militar denominada OTAN.

Ni Estados Unidos, ni su fabricada OTAN, han tenido la sensibilidad histórica para darse cuenta de que las humillaciones, o la percepción de esa humillación, pueden provocar reivindicaciones como las que Rusia reclama ahora. La aparición en escena de figuras como Putin es fundamental para comprender toda la crisis que está desarrollándose en Ucrania. Putin ha sido capaz de aglutinar el sentimiento nacionalista ruso para que su nación vuelva a tener el papel y el respeto que, según su punto de vista, se merecían, y que perdieron tras el colapso soviético.

Antecedentes históricos

Ucrania era un país dividido y ocupado hasta el 3 de marzo de 1918, cuando en 1918, con el tratado de Brst Lvosk, el gobierno ruso se vio obligado a aceptar unas condiciones mediante las cuales debían reconocer la independencia de Ucrania, Georgia y Finlandia, y debía entregar Polonia y los estados bálticos de Lituania, Letonia y Estonia a Alemania y Austria-Hungría,

En 1922, Ucrania pasó a ser una de las repúblicas de La Unión Soviética. Durante el gobierno de Stalin, una parte de los ucranianos fueron duramente represaliados por ser considerados contrarrevolucionarios y colaboracionistas con nazis y fascista. Esta represión ha quedado en la memoria histórica de millones de ucranianos y les ha llevado a desarrollar un sentimiento anticomunista y ruso, a los que consideraban principales responsables de la represión.

El sucesor de Stalin, Nikita Kruschev, que había nacido en la aldea ucraniana de Kalinovka, cedió la península de Crimea a la república soviética de Ucrania. No podía ni imaginarse que en el futuro la Unión Soviética se desmantelaría y Crimea no sería parte de Rusia. En 1992, desaparecida la Unión Soviética, el parlamento ruso declaró ilegal la cesión de Crimea a Ucrania.

A finales de 2013 la Unión Europea (UE) trató de firmar un acuerdo de asociación con Ucrania. Sin embargo, su presidente Yanukóvich, no confiaba en las condiciones que le proponían los europeos, por lo que inició negociaciones para integrarse en la órbita rusa. El presidente de Ucrania suspendió la firma de ese acuerdo de asociación con la UE, no solo por su mayor afinidad con Rusia sino porque el gobierno ruso le ofreció además importantes contrapartidas económicas por la cancelación del acuerdo, entre otras la reducción del precio de gas.

Esta posición política provocó una oleada de protestas en la plaza del Maidán (plaza de la Independencia) en Kiev, capital del Estado. El 16 de enero de 2014 el Gobierno de Yanukóvich promulgó duras leyes contra las manifestaciones. No obstante, las protestas fueron creciendo en intensidad y violencia. La UE, principalmente Alemania, y Estados Unidos fueron acusados de alentar y apoyar las protestas por ese giro moscovita del gobierno Yanukóvich. La creciente violencia de las manifestaciones llevó a Yanukóvich a dimitir el 22 de febrero de 2014. Los pro rusos consideraron estas protestas y la dimisión del presidente como un golpe de Estado encubierto.

El gobierno que le sucedió, formado en parte por elementos nacionalistas extremistas ucranianos, suprimió las lenguas nacionales, un hecho que afectó a los rusos de Crimea y que causó más protestas y violencia. Putin, el presidente ruso, declaró entonces que estaba dispuesto a defender a la población rusa de Crimea. La presencia de tropas rusas en esta península era la prueba de que Putin había tomado partido.

La población de Crimea, al sentirse apoyada, declaró la independencia de Ucrania. El 16 de marzo de 2014 se celebró un referéndum para unirse a Rusia, con el resultado de una abrumadora mayoría, de casi el 97% favorable a la integración en Rusia. La población pro rusa de las zonas orientales del país, imitando lo sucedido en Crimea sin tener en cuenta que en estas regiones la población no es tan mayoritariamente pro rusa, inició acciones separatistas, que han degenerado en violencia y en una guerra civil.

La crisis que Rusia ha desatado ahora en Europa del Este al concentrar unos 100.000 soldados junto a las fronteras ucranias hace temer a los países occidentales que Moscú esté preparando una nueva agresión militar al país vecino. Ucrania lucha desde 2014 contra los separatistas pro rusos, apoyados por Rusia, en la región del Donbás. Rusia se anexionó ese año la península de Crimea con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional.

La concentración de tropas rusas y la escalada dialéctica del presidente Vladímir Putin contra Kiev y la OTAN, a la que acusa de amenazar a Rusia expandiéndose hacia sus fronteras, alienta el augurio de un retorno a la Guerra Fría. El trasfondo de esta crisis es la negativa rusa a aceptar el acercamiento a la OTAN y la Unión Europea de la exrepública soviética, a la que considera parte de su identidad y de su espacio de influencia y cuyo control juzga vital para su seguridad. Putin cree que ambos países conforman “un solo pueblo”.

El colapso soviético. Desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas Soviéticas (URSS)

El 12 junio de 1990 Congreso Diputados Pueblo de Rusia declararon leyes rusas por encima de las soviéticas. Un año después, el 12 junio 1991 Yeltsin ganó las primeras elecciones libres con un 57% de los votos. El 19 agosto de 1991 se lleva a cabo un intento de golpe de Estado por parte de miembros de la KGB (servicio secreto soviético) apoyados por parte de élites militares. El presidente soviético Gorbachov es detenido en su dacha (residencia) de Crimea.

Boris Yeltsin fue capaz de ponerse al frente de las fuerzas contra golpistas y detener la sublevación. Eso llevó Yeltsin a una popularidad creciente dentro y furea de las fronteras soviéticas. En diciembre de 1991 se disuelve la URSS. En 1996 Yeltsin es reelegido presidente de la Federación rusa, aunque por su gestión va decreciendo constantemente su popularidad. El 31 de diciembre de 1999 Yeltsin renuncia a su cargo. Le sucede Putin.

Yeltsin era un defensor de las políticas neoliberales provenientes de Estados Unidos. Inició, después del desmantelamiento de la URSS, una serie de privatizaciones de las principales industrias del periodo soviético. Antiguos dirigentes del partido comunista y otros personajes se adueñaron de estas empresas. Estados Unidos apoyó directamente las políticas de Yeltsin y también a través del Banco Mundial y el FMI.

El abrupto paso del sistema comunista al capitalista provocó una crisis económica y financiera que causó un incremento de la pobreza y de la corrupción. La caída de la URSS también afectó a la identidad rusa. Millones de rusos que habitaban dentro del inmenso territorio de las repúblicas que componían la Unión Soviética quedaron fuera de su patria Rusia.

La corrupción y las mafias comenzaron a adueñarse del país. Rusia humillada y acorralada en todos los frentes. Rusia en crisis económica, política y social. Rusia necesitaba un líder que les diera esperanza y devolviera el orgullo nacional. Aparece la figura de Putin.

Putin nació el 7 de octubre de 1952 en el seno de una familia humilde. Su padre veterano de guerra. Apasionado de los deportes, Putin no era un estudiante brillante, no obstante, en 1975 se graduó en Derecho en la Universidad de Leningrado (Hoy San Petesburgo). Ese mismo año fue reclutado por el KGB.

El KGB le destina a la República Democrática Alemana (RDA). Pero vuelve a San Petesburgo en 1990 con el grado de Teniente Coronel y comienza a trabajar bajo las órdenes de su mentor Anatoli Sobchak, al que se mantiene leal incluso cuando este es acusado de corrupción. De hecho, lo ayuda a escapar de Rusia. En 1996 se traslada a Moscú donde comienza a trabajar para el presidente Boris Yeltsin. El presidente Yeltsin consideraba a Putin un hombre “ordenado y patriota”. Putin consigue cada vez cargos de mayor responsabilidad. Se le considera honrado, riguroso y leal. En 1998 es nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB) cargo que ejerce junto con el de secretario del Consejo de Seguridad Nacional.

En agosto de 1999 Yeltsin le nombra jefe del Gobierno. La Nochevieja de 1999 Yeltsin dimite y comunica que Putin es el nuevo presidente de acuerdo con la Constitución rusa. En el 2000 gana las elecciones presidenciales y en el 2004 revalida su mandato. De acuerdo con la legislación rusa ya no podía ser elegido para un tercer mandato presidencial, así que el nuevo presidente Dimitri Mévedev lo nombra primer ministro en 2008.  En 2012 Putin es elegido presidente por tercera vez, y en 2018 obtiene una nueva reelección como Presidente

Putin es considerado un hombre frío y calculador, controlador e implacable con sus enemigos. Es sobre todo un nacionalista ruso que vio la decadencia en los finales del comunismo y primeros años de la caída soviética y se propuso contribuir al renacimiento de la Gran Rusia. Sus primeros años fueron en la sombra, cuando fue construyendo redes de colaboradores leales que le han seguido hasta el final. Muchos de ellos provienen de la antigua KGB.

Aunque son indudables algunos logros durante sus mandatos, sobre todo porque ha contado con el alza de los precios del petróleo y el gas, además del desarrollo de la tecnología e inversiones en industria. Putin es considerado por importantes sectores de la opinión pública rusa como “el salvador”, para sus seguidores encarna los valores tradicionales ruso de nacionalismo y patriotismo. Ha sabido conjugar la tradición con la modernidad. No es un comunista, pero respeta el valor de la sociedad comunista, especialmente aquellos desarrollados durante la Guerra Patriótica contra los nazis.

Sin embargo, ha sido acusado de no respetar los derechos humanos en la guerra de Chechenia como respuesta a atentados terroristas. También se le acusa de haber cometido fraude electoral y usar el FSB en servicio propio, de favorecer a sus incondicionales (aunque también pude que haya acabado con algunas oligarquías mafiosas, en el segundo mandato encarceló al opositor y magnate del petróleo Mijail Jorkovski)

En política exterior sus decisiones han sido muy discutidas: la intervención en Georgia para apoyar separatistas de Osetia y Abjasia, provocar la guerra en Ucrania, anexionarse Crimea, tensionar las relaciones con la OTAN, intervenir en Siria a favor de Al Asad, e Influir en las elecciones de terceros países, sobre todo en Europa (no probado)

La crisis actual. El enfrentamiento Estados Unidos Rusia

Desde el final de la “guerra fría” Rusia se viene oponiendo a las sucesivas ampliaciones de la OTAN, por considerar que es una amenaza para su seguridad nacional y para minar su influencia en los países que anteriormente estaban en la órbita soviética. Su pérdida de poder con el colapso soviético mantuvo en silencio sus sentimientos de humillación por esa “derrota” en términos no militares. Con la llegada de Putin y cierto crecimiento económico Rusia ha vuelto a reclamar lo que considera su derecho a mantener sus fronteras alejadas de posibles agresiones y competidores.

Para la Rusia de Putin Ucrania es parte fundamental de esa política de contención de la expansión de la OTAN. Además, Putin ha repetido en sucesivas ocasiones que Ucrania forma parte de la nación rusa. Por esa razón, ha apoyado a las facciones pro rusas ucranianas y la separación de la región de Donbás, habitada mayoritariamente por ruso parlantes.

En esa manera de actuar de Putin ha lanzado un claro desafío a la OTAN con el desplegué militar en las fronteras ucranianas. Un envite provocativo seguido de una serie de exigencias que se pueden resumir en la retirada de todas las fuerzas militares de la OTAN en los países fronterizos con Rusia, los despliegues en otros limítrofes con su zona de influencia como Rumanía Y Bulgaria, con costas en el Mar Negro. Por supuesto, y fundamentalmente, la exigencia de no más ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia. Aunque también ha propuesto que países que se incorporaron después de la guerra fría salgan de la OTAN.

Las conversaciones que se mantienen al más alto nivel entre rusos y norteamericanos continuarán seguramente por semanas. Al final, se podrán llegar a acuerdos intermedios, sin que parezca que hay vencedores y vencidos en las negociaciones (algo parecido a lo que ocurrió con la crisis de los misiles en Cuba en los años sesenta). No es deseable por ninguna de las partes ningún tipo de confrontación militar. Nadie lo desea, ni le conviene.

Los rusos no tienen la suficiente capacidad militar para llevar a cabo una invasión completa en Ucrania, ni tampoco se atreverán a una incursión militar convencional en la región del Donbás, aunque sí podrían optar por acciones encubiertas en lo que se llama la guerra híbrida. Los norteamericanos tampoco parecen estar muy ávidos de intervenciones militares tras los sonoros fracasos en Afganistán e Irak, además su interés prioritario ahora es placar a su más poderoso rival que no es otro que China.

Y a Europa, ¿qué le conviene? Desde luego cualquier cosa excepto un conflicto armado que repercutiría dramáticamente en todo el continente. No hay que olvidar que tanto Rusia como Estados Unidos, Francia y el reino Unido poseen un inmenso arsenal militar y armas nucleares. Por tanto, a Europa le conviene mucha prudencia en la crisis de Ucrania.

Con las sucesivas ampliaciones de la OTAN a sus fronteras, Rusia ha tenido la sensación de acorralamiento y humillación, y Rusia está demasiado cerca y es lo suficientemente poderosa como para considerarla enemiga. Por consiguiente, a Europa le interesa un acercamiento que disminuya la tensión y reduzca la carrera armamentística. Es fundamental considerar a Rusia como una vecina amiga vecina y socia comercial prioritaria. No hay que olvidar en ningún momento la dependencia energética de una gran parte de Europa del gas ruso.

Una solución dialogada para el conflicto de Ucrania

A pesar de las declaraciones tajantes, a veces agresivas y amenazantes por parte norteamericana y rusa, de la amenaza de sanciones (que no sabemos a quiénes perjudicarían realmente) y de intervenciones militares, se tiene que imponer la razón, no hay otro camino, porque de no ser así la escalada militar no se sabe a qué final dramático podría conducir.

Los rusos podrían adquirir el compromiso de retirar sus fuerzas de las fronteras de Ucrania y el apoyo a las operaciones militares en la región del Donbás. A cambio los Estados Unidos y la OTAN se comprometerían a no incluir en sus futuros miembros ni a Ucrania ni a Georgia, ni mucho menos a Bielorrusia.

El acuerdo incluiría por parte de Rusia el reconocimiento de la soberanía total de Ucrania, con la región del Donbás incluida, aunque con un cierto grado de autonomía y respeto a la mayoría rusa de la región. Crimea también iría en el Paquete ruso, de modo que a cambio de la retirada militar de las fronteras ucranianas y del apoyo a los separatistas del Dónbas, se reconociera la soberanía rusa de Crimea.

En cuanto al asunto del gas, tan importante para Ucrania y la UE, Rusia de debería comprometerse a respetar la circulación del gas a través de Ucrania y la bajada del precio de dicho elemento para los ucranianos. El asunto del Nord Stream 2 a través del Báltico podría ser otra de las concesiones a Rusia, que por otra parte no vendrá mal a Alemania.

Quedan pendientes los asuntos relacionados con los despliegues de la OTAN, en los países Bálticos. Si se pudieran llegar acuerdos de distensión, garantizando las fronteras rusas y los derechos de las poblaciones ruso parlantes en esa región báltica, y el compromiso por parte rusa de no acumular fuerzas en esas fronteras que pudieran constituir amenaza para los países bálticos, las fuerzas de OTAN se podrían retirar de la zona. Esto también supondría una descarga presupuestaria para los países que allí despliegan tropas, algo que las opiniones públicas tampoco comprenden muy bien.

En estos acuerdos de pacificación se podría considerar al Mar Negro aguas libres de maniobras militares tanto rusas como de la OTAN, aunque naturalmente no se podría limitar la navegación. En cuanto a la región caucásica, que incluye Georgia, también sería conveniente desmilitarizarla todo lo posible.

En resumen, se trataría de limitar las zonas militarizadas al máximo posible, generando medidas de confianza que podían ser controladas por la OSCE y amparadas por la UE. (La OTAN y Estados Unidos no parecen los más adecuados como mediadores de un problema europeo). Zonas donde se impulsaría el desarrollo económico a través del libre comercio.

Desde luego, no resultará un asunto sencillo resolver esta crisis, pero esperemos que estas soluciones posibles, u otras no militares, con las que todos ganemos seguridad y paz, sean consideradas por las partes en conflicto.

Javier Jiménez Olmos

23 de enero de 2022

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